Su mundo era pequeño,
recortado de sueños,
olvidado de risas,
excedido de calma,
limitado en espacio,
alejado de amores,
reducido al cuadrado
que encerraba el afuera
detrás de la ventana.
Una tarde
abrió un libro,
se sumergió en la magia
de ese mar de palabras.
Su universo pequeño
se llenó de colores;
atrapó con sus manos
un trozo de alegría,
se vistió de esperanza.
Abrió el cuadrado
con mano temblorosa
y liberó el afuera,
que sin permiso
se le instaló en el alma.
Y se subió a una nube
blanda y tibia,
que la llevó hasta el cielo
donde viven los soles
de todas las personas olvidadas.
Roxana Laura Ronquillo