Estamos las cuatro, mirándonos, en esa mesa de café, a la espera de que sea la otra quien rompa el hielo y comience el viejo cuento de lo que me pasó esta semana.
Dos separadas, una soltera, y una casada con un marido infiel buscando pasar la experiencia de su vida con algún jovencito para pagarle con la misma moneda a su esposo.
La gente entra y sale del café. Nosotras seguimos ahí, como en la vida, paralizadas, la escena congelada en ese viejo lugar tranquilo y acogedor. Tres mesas más allá, hay una ocupada por hombres que no están tan mal. Un par de mesas hacia el otro lado, lo mismo. Mientras los ojos se desvían cada tanto, en la conversación irrumpen los hijos, el trabajo, la Argentina... Todo se mueve alrededor nuestro, menos nosotras que continuamos en nuestra postura. Alejandra, la soltera, encontrará mil defectos en cada hombre que se le cruce, para terminar en la cama de su eterno ex-novio con quien la relación jamás avanzará. Mariela, la casada, que de un día para el otro descubrió las siete maravillas que se estaba perdiendo al lado de un marido mujeriego, vago y mal amante. (¿Que cuáles son las siete maravillas?: Afecto, compañía, buen sexo, respeto, diversión, crecimiento y paz). Karina, la primera en descubrir lo de las siete maravillas y gritar ¡Bastaaaa!. Y yo, Juliana, de separación más reciente, moviéndome como una esquizofrénica de las risas a las lágrimas, y de la rabia huracanada a la más pacífica beatitud...
Cómo fuimos a parar a las sandalias, la comodidad del taco chino, y no, yo prefiero las chatitas, es una incógnita. Un tema que salió para esquivarle al bulto, así, literalmente. No hay peor cosa para cuatro damas que de un día para otro se descubrieron solas, y algo excedidas en edad y en peso, que ver lo que vienen tratando de no ver desde hace años.
De pronto, ella entra al lugar y todas las cabezas masculinas giran en ese sentido.
Unos... veintipico... Escueta minifalda con piernas que lo ameritan. Remerita que cae como brisa sobre su torso bronceado. Lentes oscuros que se quita con un movimiento simpático y sensual, a la vez que esboza una sonrisa al mejor estilo Kolynos.
Se escucha algún piropo, algún silbido, alguna guarangada...
- No hay caso... - dice Karina, mirándole los pies - ...los hombres siguen prefiriendo el taco aguja.
Roxana Laura Ronquillo