viernes, 12 de marzo de 2010

Soliloquio real o imaginado

Las ventanillas de los colectivos son en mi mundo cosas misteriosas. Como en esos viejos laberintos de espejos, lo único que logro ver a través de ellas es una ridícula o soñada imagen de mí misma, vagando entre un recuerdo y una ilusión a futuro.

Sin que los llame, tus ojos llegan volando a pegarse en el vidrio. Y tu boca… tu boca nunca deja solos a tus ojos por demasiado tiempo… Y en un borrón del vidrio comienza a dibujarse tu holograma… Entonces, tu recuerdo se mezcla con el viento y, soplando mi cabello hacia la nuca, me susurra te amos imposibles, jugando misteriosas escondidas. Porque las escondidas son escaparse de los imposibles por un rato, o soñar que no existen, o convertirnos en dioses del Olimpo para inventar el mito del amor que persiste bajo las formas que los dioses le damos.

Y te escondés… en cada rincón, así, en el viento, detrás de alguna puerta, en otros ojos, entre los árboles… Y tu mejor lugar para esconderte es mi peor lugar para encontrarte, porque te llevo tan dentro de mí que no puedo apartarte ni un segundo; cada centímetro de mi cuerpo es una roca en la que buscás cobijo y te quedás a jugar escondidas.

Te llamo, pero no estás. Mañana, me prometo. Ya es mañana y te mando un mensaje, pero estás en la casa de Pablo porque… Lo borro. No estás y punto. Y te echo. Ya no quiero que te escondas en mí. No quiero verte, ni descubrirte, ni presentirte. Te echo bien lejos y detrás de la ventanilla del colectivo comienza a llover.

Te juro que nunca más voy a atenderte. Y que silenciaré el teléfono para no escuchar y tentarme a la respuesta.

Te juro que detrás de las ventanillas sólo veré vidrieras coloridas, pavimentos grises, personas agitadas o semáforos. Que no dejaré que avance tu holograma, ni que tu voz me susurre al oído.

Vas a buscar en todos los lugares conocidos a mi holograma de lágrimas de lluvia. Y no vas a encontrarme. Porque me habré volado con el viento de la ventana abierta.

ROXANA LAURA RONQUILLO


martes, 2 de marzo de 2010

GOLONDRINA


Golondrina odiaba ser un ave de paso.

Quería... Ansiaba desesperadamente aferrarse a algo y quedarse, por fin, quedarse.

Contemplaba los barcos, los puertos, la gente incapaz de estarse quieta.

Admiraba a los árboles añorando ser árbol, echar raíces y ver pasar la vida con la tranquilidad de quien no tiene que huir de un lado a otro.

A Golondrina le enseñaron desde pequeña que para sobrevivir hay que moverse... Pero qué deseo de anclarse para mirar al cielo, la quietud de lo inmenso, la paz de lo infinito...

Después de muchos inviernos, y de incontables territorios recorridos, Golondrina lo vio... Y él también la observó... Y se acercaron... Y Golondrina supo que el amor lleva algo de aferrarse, algo de cielo, de quietud de lo inmenso, de paz de lo infinito y también, algo de vuelo, y algo de estar de paso...


ROXANA LAURA RONQUILLO