Él llega lentamente
con su paso sin ganas,
sus horas sin reloj,
el silencio en sus ojos,
y esa mueca tan suya
que oculta soledades.
Se sienta en esa esquina
(siempre la misma esquina).
Mira.
La quietud de sus tiempos
no comprende las prisas de los autos.
Mira.
Sonríe con las risas de los chicos
que juegan escondidas.
Y él se esconde también
de los fantasmas crueles del pasado.
Mira.
Descubre la redondez creciente de la luna
en el vientre recién amanecido de "la Cande",
su rostro -luna llena- tan plateado y radiante
(Hacia adentro descubre
que su cuerpo está seco
y su voz ya dormida para siempre).
Mira.
El semáforo hace un guiño lumínico a la nada.
La oscuridad apaga el rumor de las voces.
Mira.
Se levanta sin ganas.
Paladea
las resacas amargas del regreso.
Mira.
Cruza la calle.
Se pierde lentamente
en el último tramo
de aquel pasillo estrecho de su vida.
ROXANA LAURA RONQUILLO