Las gotas comenzaron a caer, suaves y parejas. Le acariciaban el rostro, el cabello, rodaban por sus labios como ella imaginaba, soñaba o esperaba que lo hicieran las yemas de sus dedos...
La lluvia siempre había marcado los momentos de cambio de su vida. Los más sublimes, los más desconcertantes, los que no quería, los que la encontraban desprevenida y parada en un lugar seguro que nunca era tan seguro... Por eso, la lluvia era la bienvenida a sí misma, a su niña interior que se ponía las botas y saltaba feliz entre los charcos de lágrimas de su alma y de su almohada...
La lluvia, con sus rayos y truenos... La noche... Un desconcierto... Una ilusión.. Una mujer renaciendo, dejándose llevar, entre sueños y miedos, y feliz de danzar, una vez más, en brazos de la tormenta...
ROXANA LAURA RONQUILLO
10/01/2014