sábado, 21 de mayo de 2022

Vos... Yo... En algún lugar de la galaxia

 

Cuando era pequeña, y escuchaba en la TV hablar de "los agujeros negros", siempre lo asocié con algo malo. Un agujero negro me hacía pensar en la mismísima muerte. La nada. Y una nada oscura, además.

Me enternece tanta ingenuidad.

Porque la madurez te amiga con los agujeros negros.

Cuando el sistema te colapsa la mente, y no podés dormir, pero tampoco podés pensar, el agujero negro es ese espacio en que durante tu niñez te escondías del mundo. Cuando querías desaparecer por un rato y que nadie te encontrara, ahí te fabricabas tu propio agujero negro. Podía ser un escondite en el jardín, un hueco en tu habitación, y hasta debajo de la cama o en el fondo del placard. Porque mientras el sistema y la socialización representaban la lógica cuantificable y medible, el agujero negro era la creatividad pura. Imaginate. Esconderte en la más pura creatividad para escaparle al aburrido y confiable pensamiento previsor.

El agujero negro es capaz de llevarte donde nada ni nadie te llevaba.

Porque vos podés irte a la playa, de vacaciones, al mejor lugar, pero siempre llega el turismo y lo tiñe todo de precios y mercados. Y la creatividad se achica, y se asfixia hasta de la belleza, porque también la belleza está pautada según reglas. Y ahí nomás, la creatividad te pide un agujero negro para poder ser.

Seguro que alguna vez lo sentiste. Todos lo sentimos. Recuerdo haber escuchado a mi mamá, alguna vez, decir "tragame tierra". Y sí, seguramente andaba necesitando un agujero negro de tanto agobio por hacer las cosas bien y como dios manda. Pobre Dios, tan omnipresente y luz ¿en qué recoveco del universo te esconderás cuando necesitás escapar de todo y que nadie te encuentre?

El agujero negro es necesario para la creación. Para el "se hizo la luz". Para el despertar. Para atravesar las lógicas espacio temporales de la vida y la muerte.

Los agujeros negros son esa indefinición donde la nada engendra al todo.

Bueno, todo este preámbulo para decir que lo que vivimos fue un agujero negro.

Lo más ilógico en su estado puro. El escondernos del mundo porque la verdad, un mundo tan lógico no nos merece. Y nos asfixia. A veces me pregunto si para vos no era al revés. Si no lo tenías todo calculado y ese agujero negro no era para vos lógica y estrategia. Pero estoy segura de haberte visto, en algunos momentos, desprendido de todo. Como ese día que tenías fiebre y nunca pudiste entender, porque nunca pude definir, qué fue lo que me generó tanta ternura. Era eso. Estabas en un agujero negro. Y ese día era yo la que lo estaba viendo desde adentro y desde afuera. Y desde ese lugar, tan lejos y tan cerca, hablabas sin pensar las palabras y mirabas sin filtros ni miedos. Compartir los agujeros negros es entrega absoluta. No sé si muchas personas habrán tenido la dicha de vivirlo. Lo más cercano para mi generación fue el sexo. Creo que para las nuevas generaciones son las drogas. Este sistema nos roba el tiempo y la capacidad de zambullirnos, de caer y volver, maravillados.

Tu casa era un agujero negro. Fuera de todo tiempo y espacio. Y el pasillo era para mí como un nacimiento a mí misma.

Por eso a veces me compadezco de las personas que lo tienen todo y de aquellas que se pierden por tenerlo. Porque cada vez se alejan más de lo que buscan. Porque no hay dinero que compre un agujero negro. Porque los agujeros negros no son funcionales al mercado (al menos, todavía).

Tu casa era un agujero negro porque todo lo poníamos nosotros. La música, los mates, los cuerpos, los besos. Nada era necesario porque nosotros engendrábamos el todo.

Pero como toda Eva, yo quería también mirar la luna. Tirados en la arena, en una playa. Acampando en un recodo del camino. Porque los agujeros negros también necesitan la conexión con el afuera. Si no, dejan de ser. Y yo no quería que lo nuestro deje de ser. Pero vos no querías que sea.

Y yo solo sé expresarme en cuentos porque es el único lugar en que para crear no necesitás ese tire y afloje que son las relaciones. El mundo me es hostil. Inentendible. Todo es tan simple y sin embargo, crecemos entre juegos de poder que impregnan todo. Cuando somos, no necesitamos esos juegos de poder. Pero solo nos permitimos ser en los agujeros negros. Y por eso, la ciencia se empeña en estudiarlos. 

Porque la magia se esconde en ellos.