(FOTOGRAFÍA EMILIANO SOLER)
Braian me lo había explicado un día, con
esa facilidad suya para poner en dos palabras los asuntos complicados de
abordar:
-Cuando la calle te llama, es difícil
decirle que no...
María lo vio, intentó decirle algo, pero
no sabía cómo. Braian esquivó la mirada, se enroscó la bufanda, se puso la
capucha y se alejó despacio, con las manos en los bolsillos. Evitaba el
conocido dolor con culpa que le venía cada vez que se iba, cada vez que
abrazaba a su madre sin palabras, porque ella quería que no y él quería que
sí...
La calle lo llamaba con urgencia y él se
dejaba guiar, necesitado de un rato de nada, de reírse o de hacer algo que le
diera esa sensación de ser todo o ser nadie, o de importarle un carajo ser o no
ser. Eso. No preguntarse. Cagarse de risa de la vida y sus miserias. Total,
mañana la vida seguiría ahí, esperándolo otra vez.
El mañana... el ahora... el tiempo es un
espacio en blanco en la cabeza a veces...
En ese espacio en blanco surgió la idea.
Apareció un auto inalcanzable. Un viejo malestar, la necesidad de cobrarse por
lo que nunca tuvo. Tener sólo con atreverse.
El espacio en blanco se tiñó de pronto con
las luces azules y el sonido de la sirena que los perseguía.
Cuando Alan maniobró a toda velocidad para
doblar y meterse en el barrio por la otra esquina, Braian advirtió el golpe del
choque y el intento desesperado de su amigo por seguir. Recién en ese momento
escuchó los tiros. Ni siquiera podía pensar. Si se agachaba para bajar del auto
y corría, tal vez aún lograra entrar en el barrio... Abrió la puerta de su lado
y los dos disparos lo golpearon como latigazos. La cabeza cayó blandamente
sobre la calle, que lo recibió con sus brazos oscuros de tierra y de sombras.
Ahí permaneció, ajeno al movimiento, dejando sus recuerdos y hasta su último
aliento en esa calle que le absorbió la vida.
Las doce. Una lluvia muy tenue. Los
curiosos se fueron. La policía, la ambulancia, también. No queda nadie, sólo
las veredas vacías. Una familia llora el cuerpo de Braian ya sin vida. Braian
se queda. Se queda su alma, como una sombra en la vereda. Su alma... Una sombra
de camperita con capucha que se va rumbo a la esquina a juntarse otra vez con
los pibes...
La lluvia lava la sangre de la calle. O la
funde con el barro. Sangre y barro latiendo al unísono. Sí. Es una joda cuando
la calle te llama...
Roxana Laura Ronquillo
(dedicada con amor al alma de los pibes que se llevó la calle...)
Roxana Laura Ronquillo
(dedicada con amor al alma de los pibes que se llevó la calle...)
3 comentarios:
Siempre es bonito pasar por aquí.
Te envío mi abrazo.
Dani..
Gracias DANI!!!!
Siempre es un placer encontrar que pasaste =)
Un gran abrazo!!!!
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