En homenaje al pueblo mapuche.
Para los vocablos mapuches que se encuentran en el relato, recurrí al libro "Cuentan los mapuches", edición de César A. Fernández, Biblioteca de la Cultura Argentina, Ed. Nuevo Siglo. Aquí los adelanto para simplificar la lectura:
Lemu: bosque, selva.
Puquem: invierno.
Pehuén: conífera que alcanza hasta 40 m. de altura cuyo fruto es el piñón, de gran importancia económica y religiosa en la cultura mapuche.
Machi: shaman, curador/a.
Huinka: denominación dada al "no mapuche".
Pillán: espíritu del volcán.
Fta Uaría: gran ciudad. En general se refiere a Buenos Aires.
Qülmen: orador.
Cultrún: tambor mapuche.
Tayül: canto sagrado entonado en los rezos.
Y ahora sí, MARIPOSA BLANCA:
Cuando Blanca nació, el invierno caía congelando el lemu. Rugían en el viento las voces de los pueblos del pasado y el cielo llovía escarcha sobre la Madre Tierra.
Según las creencias de la tribu, quien lograba sobrevivir a la crueldad del puquem crecería fuerte como el Pehuén.
La machi, la bruja, "la que sabe", hurgó en sus oscuros ojos de india espiando lo profundo de su alma...
- Mariposa Blanca -dijo- ése va a ser tu nombre...
Y sonrió dirigiéndose a quienes la rodeaban...
- Volará... y en sus alas elevará a su pueblo...
En el momento mismo de haber nacido ya llevaba consigo su destino marcado, y la mixtura de la sangre india de su madre con la sangre huinka y porfiada de su padre gringo, al que el misterio de la Cordillera había tragado.
Su infancia fue de tierra y fue de viento. Natualeza con pilares de troncos en un bosque sin muros.
En la delicadeza de su cuerpo encerraba la fuerza del pillán.
No era muy diferente de las demás infancias de curtida ternura e inocencia salvaje. Tan lejanas en tiempos y distancias, en cultura y costumbres a la Fta Uaría, la gran ciudad.
El día en que su madre dejó de respirar y fue a reunirse con sus antepasados, sintió crecer la curiosa urgencia de conocer el mundo de su padre.
Dejó atrás su niñez en el pesado viaje a Buenos Aires.
Lo que siguió fueron años difíciles. Años dedicados al estudio de las leyes de los blancos. De civilización de su franqueza tan díscola. De ayudar a su pueblo a defender su espacio ante el gobierno. Meter en la cabeza de su gente que aunque toda la Tierra es una sola alma, en la sociedad huinka tenía dueños. Hacer conocer al mundo con sus escasas armas de qülmen que en su idioma no existe el vocablo "propietario". Fusionó lo mejor de ambas culturas y consiguió el fallo en favor de la Reserva. Pagando con su etérea luminosidad que se opacaba entre las grises soledades de las altas paredes.
Las mariposas blancas son una rareza para quien no comprende la biodiversidad de la fauna del lemu. En la pesada jungla de cemento se intenta "domesticar" a cuanta especie diferente se cruza en el camino. El cuidado es encierro para quien nació rodeada por la crudeza del invierno en el corazón de un bosque.
Para los vocablos mapuches que se encuentran en el relato, recurrí al libro "Cuentan los mapuches", edición de César A. Fernández, Biblioteca de la Cultura Argentina, Ed. Nuevo Siglo. Aquí los adelanto para simplificar la lectura:
Lemu: bosque, selva.
Puquem: invierno.
Pehuén: conífera que alcanza hasta 40 m. de altura cuyo fruto es el piñón, de gran importancia económica y religiosa en la cultura mapuche.
Machi: shaman, curador/a.
Huinka: denominación dada al "no mapuche".
Pillán: espíritu del volcán.
Fta Uaría: gran ciudad. En general se refiere a Buenos Aires.
Qülmen: orador.
Cultrún: tambor mapuche.
Tayül: canto sagrado entonado en los rezos.
Y ahora sí, MARIPOSA BLANCA:
Cuando Blanca nació, el invierno caía congelando el lemu. Rugían en el viento las voces de los pueblos del pasado y el cielo llovía escarcha sobre la Madre Tierra.
Según las creencias de la tribu, quien lograba sobrevivir a la crueldad del puquem crecería fuerte como el Pehuén.
La machi, la bruja, "la que sabe", hurgó en sus oscuros ojos de india espiando lo profundo de su alma...
- Mariposa Blanca -dijo- ése va a ser tu nombre...
Y sonrió dirigiéndose a quienes la rodeaban...
- Volará... y en sus alas elevará a su pueblo...
En el momento mismo de haber nacido ya llevaba consigo su destino marcado, y la mixtura de la sangre india de su madre con la sangre huinka y porfiada de su padre gringo, al que el misterio de la Cordillera había tragado.
Su infancia fue de tierra y fue de viento. Natualeza con pilares de troncos en un bosque sin muros.
En la delicadeza de su cuerpo encerraba la fuerza del pillán.
No era muy diferente de las demás infancias de curtida ternura e inocencia salvaje. Tan lejanas en tiempos y distancias, en cultura y costumbres a la Fta Uaría, la gran ciudad.
El día en que su madre dejó de respirar y fue a reunirse con sus antepasados, sintió crecer la curiosa urgencia de conocer el mundo de su padre.
Dejó atrás su niñez en el pesado viaje a Buenos Aires.
Lo que siguió fueron años difíciles. Años dedicados al estudio de las leyes de los blancos. De civilización de su franqueza tan díscola. De ayudar a su pueblo a defender su espacio ante el gobierno. Meter en la cabeza de su gente que aunque toda la Tierra es una sola alma, en la sociedad huinka tenía dueños. Hacer conocer al mundo con sus escasas armas de qülmen que en su idioma no existe el vocablo "propietario". Fusionó lo mejor de ambas culturas y consiguió el fallo en favor de la Reserva. Pagando con su etérea luminosidad que se opacaba entre las grises soledades de las altas paredes.
Las mariposas blancas son una rareza para quien no comprende la biodiversidad de la fauna del lemu. En la pesada jungla de cemento se intenta "domesticar" a cuanta especie diferente se cruza en el camino. El cuidado es encierro para quien nació rodeada por la crudeza del invierno en el corazón de un bosque.
Blanca se levantó de su cama y caminó descalza hasta la ventana.
La abrió y, por fin, respiró el aire fresco de la mañana acercándole el espíritu de su comunidad. Recordó a la machi con su sabiduría de la Tierra Salvaje. Su alma retumbaba al compás del cultrún. Entrecerró los ojos, estiró los brazos y entonó el tayül. Al finalizarlo, dirigió su mirada al cielo y, dando un suspiro, levantó vuelo...
Roxana Ronquillo