viernes, 11 de diciembre de 2009

Gracias y adiós...


Perdón, me olvidé el alma entre tu ropa,
el corazón oculto entre tus sábanas.
No me busques ahora como era,
hoy soy cuerpo sin alma.

Mis sentimientos nobles los enredé en tu pelo,
en los botones de tu camisa blanca.
No me pidas piedad,
hoy sólo puedo ser invierno y escarcha.

Aquella noche oscura, a media luz,
deposité en tu boca mi esperanza.
El eco de mi risa se pegó a tus paredes
recién amanecidas, estrenadas,
cansadas de la inercia de tus tiempos
de contornos y sombras agitadas.

Ya no me busques, no, como era entonces...
Me he perdido a mí misma entre tus ganas.
Mi mundo es un pasillo de recuerdos,
un jugar escondidas en tu casa...

Intenté darte todo,
pero en tu extraño mundo
pueden ir de la mano todo y nada.

¿Por qué buscás en mí lo que no tengo?
Te lo entregué aquel día en que no lo esperabas...
Hoy sólo soy nostalgias y silencios...
Gracias, y adiós...
Hoy tu nombre es pasado
y es distancia...

Roxana Laura Ronquillo

miércoles, 25 de noviembre de 2009

SÓLO VOS SABÉS CUÁNTO


Entre mi cuerpo aflora tu sabor agridulce,
laberinto de ayeres sin ansias de futuro.
Después de tu sonrisa, ya nada será igual,
y tu sonrisa
jamás será la misma sin mis labios.
Los presentes se vuelan
y no puedo quejarme de todos los presentes que me diste,
alma de niño, corazón de pájaro.
El olvido no existe,
tan sólo se transforman los recuerdos
que navegan ociosos buscando liberarse.
Mis ritos cotidianos
contienen un fragmento de tus ritos,
y en mis espejos
la soledad no es más que un holograma.
El amor nunca muere,
el amor se recicla, se transforma,
y deshace los nudos que amarran nuestra vida al egoísmo.
Por eso, sólo vos entendés cuando puedo decirte que te quiero.
Por eso, sólo vos sabés cómo.
Por eso, sólo vos sabés cuánto.

Roxana Laura Ronquillo

sábado, 7 de noviembre de 2009

Una imagen... Vale más que mil palabras? - Final

A cinco años de haberlo conocido, soy capaz de preveer el proceso de casi todas sus respuestas, su accionar y su reaccionar.
Ante una pregunta que no desea (o no le conviene) contestar, la primera respuesta de Fabio será tan obvia que generará vergüenza en quien la formuló. Otra posible respuesta será el enojo evasivo y el consiguiente mutismo, hasta que quien pregunta haya silenciado resignadamente.
El accionar conjunto será la burla, la desvalorización, hasta que, quien fue capaz de cuestionar, traslade la duda hacia su propia persona, su valía y su escala de valores.
El re-accionar será: el silencio, la distancia y la simpatía y acercamiento con "el resto", para demostrar a quien preguntó que es un paranoico estúpido, frente a alguien aceptado y querido por los demás.
Sí, es cierto. Parece tan rebuscado que con expresarlo ya me siento una paranoica estúpida, escritora de psicología barata. Por eso, calo casi siempre desde que lo conocí. ¿A quién puedo contarle sin que me crea una loca fabuladora?
Jamás tendré pruebas.
Sandra Belardi no es sólo una novia despechada. Es una persona engañada, estafada... (como yo, tal vez?), a punto de develar un secreto.
Siempre me pegunté por qué los grandes farsantes de la Vida no se esconden en las villas de emergencia, sino tras la fachada de exitosos profesionales. Por qué dejamos al descubierto fácilmente las mentiras de los barrios bajos, mientras las más grandes, viles, planificadas y pensadas mentiras permanece ocultas sin remedio. ¿Será que el fin justifica los medios y en este mundo actual es único fin es el dinero?.
Fabio Gabriel Alzamendi no era un mujeriego, farsante en el amor, como creí al principio. Era un farsante en la Vida.
En ningún papel tiene asentado un domicilio propio. En su DNI, su último domicilio es el mío. Suele alquilar a dueños directos que, en la corriente de seductora simpatía que se genera, no le exigen ni le solicitan demasiado. Cuál es el secreto para ese manejo de la gente, cómo gana tan rápidamete una confianza que traiciona sin culpas, es un interrogante para mí.
Entre un alquiler y otro, entre un trabajo y otro, tiene sus "amistades clave", con quienes sí es, por conveniencia, el más honesto de los hombres (porque actúan como sus "bases de apoyo").
Las mudanzas y cambios constantes lo convierten en un fantasma. Se maneja únicamente con telefonía móvil cuyo chip cambia cuando desea pasar al anonimato durante un tiempo.
Él sabe que yo sé todo esto. Probablemente, hasta sienta regocijo, por ser el mejor estratega y el jugador más hábil. Al fin y al cabo, la sociedad actual valora mucho estas características.
En una de las reuniones de sus "amistades clave" surgió mi primera duda.
Alguien comentó, divertido:
- Y el hijo de perra no terminó de estudiar... Mientras todos nos matábamos estudiando horas y días casi sin dormir, él hacía la suya...
Los demás reían a carcajadas. Era evidente que estaban al tanto y festejaban su situación, divertidos de la "hazaña"...
- Al final, el h.de p. compró el título y casi que está mejor que nosotros...
Risotada general. Fabio me miró incómodo en aquella ocasión. Esperaba mi conformidad y yo sólo pude sonreír. Una pregunta quedó dando vueltas en mí el resto de la noche: ¿Cómo hizo este ser enigmático que dormía a mi lado para pasar de "haber comprado el título" al manejo financiero y contable de las empresas que lo elegían?
En la oficina, dos mujeres sospecharon de actitudes suyas: Andrea Buccietti, ex amiga incondicional mía, que en un principio opinaba que Fabio no me convenía porque me notaba diferente desde que salía con él, y a lo que Fabio se defendía con "... son celos, porque está sola... ¿no ves cómo me "busca"?". (Evidentemente lo encontró, porque ahora son amantes y lo respalda en todo... No porque sea un buen amante, sino porque... ya lo dije: es un gran estratega y el jugador más hábil...)
La otra, Carla López Spina, era su jefa directa, a la que despidieron dos meses después de la incorporación de Fabio a la empresa. Ella, vaya a saber por qué, dejó en sus manos las cuentas de su mejor cliente, Sebastián Porta, dueño de una droguería que funcionaba como lo que en la jerga llaman "tercerista", es decir, elaborando productos para diversos laboratorios, algunos de renombre y otros desconocidos. Ella era su asesora financiera hasta el momento en que la despidieron y, aparentemente, Porta, en lugar de seguirla, tomó a Fabio, que la secundaba, como asesor directo.
Como hacker, Alzamendi no me llega ni a los talones (aunque debo admitir que aprendí estas técnicas como consecuencia de sus acciones en mi vida).
Semanas después, logré ver en la computadora datos de las empresas que él asesoraba. Aproximadamente, el setenta y cinco porciento eran laboratorios terceristas, la mitad de ellos, fusiones momentáneas completamente desconocidas, que manejaban un importante capital. Y tres estaban realizando trabajos específicos encargados por el Ministerio de Salud de la Nación.
En este punto decidí marcharme. Como antes expresé, una espía cierra esa etapa cuando descubre cosas que no desea encontrar y que, evidentemente, la Justicia tampoco.
Después de muchas lágrimas y mucho dolor, comprendí por qué Fabio me eligió a mí: por lo mismo que eligió a Sandra, y a Andrea... no sabemos decirle "no". Somos peones en el juego de ajedrez de su vida. Y él ni siquiera es el rey. Él no es una pieza más del juego. Él es quien está jugando con nosotros. Por eso, debo poner una distancia. Esta tarde, me marcho con un destino que dejaré en blanco. Porque los peones son los primeros que pierden la vida en el ajedrez.
Fabio no es un asesino. Al contrario, él es "socialmente correcto"... mucho más socialmente correcto que yo. Él no hace. Hace que los demás hagan...
Hoy me enteré, a través de los noticieros, que Sandra Belardi apareció muerta en un descampado cercano a su domicilio. El único sospechoso está desaparecido. Fabio sonríe, como siempre, impecable, seductor, en el cómodo sillón de su oficina...

Roxana Laura Ronquillo

jueves, 29 de octubre de 2009

Una imagen... ¿Vale más que mil palabras? - Parte 3

(tercera entrega... el siguiente post será el final)
DESDE LA VENTANA…

-Una ex novia –me respondió, restándole importancia (o intentando que yo lo hiciera), después del quinto llamado de Sandra, y cuando al fin me animé a preguntar sin rodeos.
-Yo soy así, las vuelvo locas… -finalizó el tema con esa sonrisa seductora y un brillo burlón en la mirada.
- A todas las tontas que no tienen algo más interesante en su vida –lo corté secamente, a la medida exacta de mis celos.
Él rió, se paró frente a mí y me abrazó. Su voz se volvió muy suave, y sentí su aliento susurrando muy cerca de mi oído...
- ¿Estás celosa?
- Yo no soy celosa –mentí, intentando zafarme del abrazo porque… era el último retazo de cordura, voluntad y lógica que me quedaba.
Mirando mis labios con el mismo deseo que yo observaba los suyos, se acercó más y me besó, larga y apasionadamente.
No me pregunten cómo fue el desarrollo de los acontecimientos, pero lo cierto es que al tiempo (y ni siquiera un “tiempo prudencial”), mi corazón latía desaforado, locamente enamorado de Fabio, que también estaba “enamoradísimo” de mí.
Como ya dije, el amor es ciego. Entonces no vi ninguna de las señales que hoy veo, por la falta de amor.
En un comienzo, sonaba razonable que la nuestra fuera una “relación clandestina”, para evitar que se convirtiera un obstáculo en el trabajo. Quienes sospecharon algo dentro de la oficina, mantuvieron el silencio como un código de honor.
Era viernes. El último viernes de un noviembre caluroso y húmedo. Todos deseábamos escapar a cualquier lugar fuera de esas cuatro paredes asfixiantes, cargadas de estrés. Fabio se despidió y salió quince minutos antes de que yo, casi sin quererlo, me asomara por la ventana.
En las relaciones clandestinas, uno termina (o comienza?) por espiar, porque pierde el derecho de preguntar.
Detrás de las cortinas la vi, esperando en la vereda. Apagué algunas luces y volví a pegarme a la ventana, esta vez, en forma absolutamente intencional. Fabio gritaba, visiblemente irritado. No conocía ese costado casi violento de su personalidad. Las palabras no se escuchaban claramente, pero las voces se elevaban cada vez más. Ella lo señalaba gritándole “basura”. Llegué a verlo empujando su hombro con fuerza, mientras ella, al tiempo que casi perdía el equilibrio, giraba para irse.
Él intentó tomarla de un brazo, pero ella, soltándose bruscamente, se alejó.
Silencio total. Imaginé mi rostro desencajado, intentando encontrar respuestas. El rostro de Fabio, impávido. En minutos, la oficina y sus alrededores morían en manos de la noche. En minutos, la discusión, la chica de la vereda y mi enamorado, se esfumaron, cada uno por su lado.
Quisiera justificar mis comienzos como espía diciendo que fue por amor, pero no, eso no es amor, es una desesperada búsqueda de respuestas a través de métodos que me avergüenzan de mí misma: revolviendo papeles, revisando a escondidas, y oscilando entre el amor y el odio a ese ser que había roto los cimientos de mi vida desde que lo conocí.
Una espía comienza con la punta del ovillo, y finaliza cuando descubre cosas que no desea encontrar.
La chica de la vereda era Sandra… Sandra Belardi, la ex… Pero ese descubrimiento sólo fue un comienzo…

Roxana Laura Ronquillo

viernes, 16 de octubre de 2009

Una imagen... ¿Vale más que mil palabras? - Parte 2



De dos cosas estaba segura… No. De tres cosas: La primera: no volvería a mi antiguo y descuidado look sólo porque Fabio Alzamendi no aprobara éste. La segunda: los dos llevábamos una careta, podría decirse social o laboral, pero conocíamos la existencia de esa fachada y lo absolutamente personal que se escondía debajo de ella. La tercera: este hecho nos unía e igualaba en un secreto del que no hacía falta hablar.
Después de ese veintiuno de septiembre me propuse ignorarlo, pero con plan y estrategia. Despechada, herida, rechazada, mi primer objetivo era hacer que él se diera cuenta de su error: yo podía ser formal o informal, chica buena o rebelde, pero la belleza de lo interesante la llevaría siempre bajo cualquier “disfraz social”.
Ignorar con plan y estrategia genera un gran desgaste de energía, pero la recompensa es que en el otro engendra la necesidad de plan y estrategia para reconquistar “lo perdido”.
Él no tartamudeó jamás, pero un impulso desconocido lo transformó en alguien servicial, solícito y enteramente seductor.
Mi gran error fue evaluarlo desde mi óptica, interpretar su mirada desde mis ojos. Porque yo, extravertida, emotiva, inestable, afectuosa, no podía saber que todas estas características pudiera él utilizarlas para camuflarlas a su antojo y transformarse en la imagen que yo necesitaba ver.
Los hombres de este tipo (que ahora llamo T1000, por eso de cambiar de forma según la circunstancia, como el androide de “Terminator 2”), estudian de manera sutil, pero muy hábil el interior de los demás. Y se benefician con ese poder de… empatía… o conocimiento inconsciente de las necesidades y deseos más íntimos del otro.
Hubo oportunidades para descubrirlo, pero lamentablemente, sólo puedo justificarme con la vieja y conocida frase de que “vemos únicamente lo que queremos ver”. Cuando descorremos el velo, ha pasado tanta agua bajo el puente que no recordamos ni siquiera quiénes éramos, y nos alcanza una sensación de desconocimiento de uno mismo, de “falta de imagen en el espejo”, de ser un algo difuso y perteneciente a otro que, a la vez, genera deseos de alejarse, miedo y vergüenza.
El primer indicio fue un llamado. Una tal Sandra. Creí percibir que el rostro de Fabio se endureció cuando mencioné su nombre. Fue un gesto casi imperceptible que duró una fracción de segundo, tensar sus labios y palidecer… Después, nada, su sonrisa de siempre y un “pasame el llamado a mi oficina… si?”
Claro que no le di importancia porque conmigo se comportaba para ese entonces como el hombre más encantador del mundo.
(Continuará)
Roxana Laura Ronquillo

martes, 15 de septiembre de 2009

Una imagen... ¿Vale más que mil palabras?

"¡Cuidado!", me dijo una vez un amigo, "porque todo lo que va, vuelve... Así es la famosa Ley del Boomerang".
Recuerdo que lo miré sonriendo. Muchas cosas se habían ido de mi vida y nunca regresaron...
No obstante, tengo que reconocer que comprendí la famosa "Ley del Boomerang" en una fecha precisa: 21 de septiembre de 2005.
Cuando Fabio Gabriel Alzamendi entró por primera vez a la oficina, mis compañeras callaron de golpe, se frenaron a mitad de lo que estaban haciendo, y durante unos segundos, todo fue "él", todo se redujo a su impecable presencia.
Impecable... no encontré adjetivo que pudiera definirlo mejor. Cada centímetro de su imagen arreglado exactamente como debe ser para causar la mejor impresión.
A mí, no me impactó. Jamás me gustaron los chicos impecables. Los prefiero bohemios, al mejor estilo Cortázar; o rebeldes; o incluso vestidos de un modo muy personal, pero con esa creatividad y dulzura que llega al corazón, y no a la vista... tipo... Alejandro Lerner.
Mi "impecabilidad" también dejaba bastante que desear: los años trabajados en la empresa me otorgaban la libertad de vestirme como se me diera la gana. Mis jefes conocían mi criterio y forma de trabajo, mis clientes también, y eso me permitía ser... yo.
Durante un tiempo lo fastidié con mi actitud, mis bromas, mis burlas. Él sonreía en silencio y continuaba en su tranquilo mundo.
"¡Qué lindo corte de cabello! Es justo para vos", lo lisonjeaba una de mis compañeras. Traidoras. Sólo piropos dirigidos a su persona. Un recién llegado...
"Esa corbata resalta increíblemente el color de tus ojos..."
Con esa voz fingidamente dulce, casi empalagosa...
¿La corbata que resalta el color de los ojos? La estupidez más grande que escuché. ¿De qué color tenía los ojos?
A la primera oportunidad, me acerqué a llevar unos papeles y estudié de frente su mirada. Claros, mezcla de verde con un almendra casi dorado... Seguí con el estudio de su nariz recta y masculina, el mentón pronunciado, los ángulos de su rostro... Y me retiré asustada al llegar a su boca sensual, casi perfecta.
No. A mí no me gustan los perfectos. Si hasta de pequeña, cuando veía dibujos animados, los lindos siempre me resultaron insulsos...
Al día siguiente, frente al espejo de casa, con una sensación inexplicable, extraña en mí, ensayé ponerme una pollera de corte al bies, bastante correcta y femenina. Y cuando él entró a la oficina, sentí deseos de despeinarlo, aunque sólo fuera por verle algo fuera de lugar. El traje, de buena marca, caía suavemente sobre sus hombros y sus brazos delgados, pero firmes. Me propuse adivinar si practicaba algún deporte... Tenis. Seguro. Por su manera de moverse, sobria, elegante, pero distinguida... O golf.
A medida que pasaban los días le fui sumando a la femineidad de mi pollera, una blusa clásica, pero que destacaba mis formas, un peinado recogido, y de pronto, decidí que me hacían falta unos zapatos nuevos y algún labial de esos que realzan la juventud y transforman la boca en promesa...
Mi jefe aprobó mi cambio y bromeó con que "ahora sí, iba por el camino del ascenso".
Fabio Gabriel Alzamendi no dijo ni "ah" de mi nuevo estilo.
Su camisa blanca inmaculada y su seguridad al moverse comenzaron a ponerme incómoda.
"¿Tenis...?, me devolvió la pregunta con una media sonrisa que le desconocía. "No se me hubiera ocurrido... Practico taekwondo..."
Quedé boquiabierta. La primera brecha entre mi percepción y su realidad.
La segunda fue observar cómo se manejaba con sus clientes. Como amigos de toda la vida. Nada formal, nada estudiado, nada del contador eficiente que yo suponía.
Dejé definitivamente de hacerle bromas cuando mi imagen se había vuelto tan impecable como la suya. Comencé a tartamudear cuando mis compañeras ya lo trataban como a un miembro más del equipo, alguien común y corriente. Un impulso desconocido me llevaba a descubrirle una pelusa en el saco, a acercarle unos papeles por una firma impostergable, un cafecito en un día frío...
Siempre parecía a punto de decirme algo, pero un escueto "chau, nos vemos" salía de sus labios... y nada.
Hasta ese día específico. 21 de septiembre de 2005.
- Esperá... -me dijo con su voz suave, y yo con el picaporte de la puerta en mis manos...
Cerré bruscamente y al segundo me puse frente a él...
- "¿No te enojás si te digo algo?
Ahora sí, me dije a mí misma. Ahora sí me dice que lo asombré con el cambio y mi femineidad y mis zapatos nuevos brillando hasta el peinado tan prolijo como el suyo...
Y continuó, a un centímetro de mi nariz:
- Perdoname, no te enojes, pero... Me gustabas más antes. No me gustan las chicas buenas y formales...

ROXANA LAURA RONQUILLO

martes, 1 de septiembre de 2009

UNA... O... LA OTRA...

(La sombra de ser Una... o ser La Otra)

Yo alguna vez fui Una... Y alguna vez fui La Otra... por eso, esto lo escribo desde la piel, desde la mirada de un amigo (amigo, sexo masculino) del Personaje Principal, que, como en estos casos... y por andar de acá para allá... no está presente.

Y realizada esta aclaración... Acá va el cuento:

Una es una bella mujer. Todas las mujeres son bellas. Pero La Otra es diferente. Y todo lo diferente suele ser más atractivo que lo bello.
No quiero con esto justificar a mi amigo Camilo, pero reconozcamos que todos sabemos lo que se siente por La Otra.
Una es dueña de una casa con todo lo que la casa contiene. Y atender las cosas que posee mantiene a Una ocupada todo el día. A veces, poseer nos hace esclavos. Una me dijo que cansa verse convertida en esclava de su casa, de su marido, de los tiempos de los demás y de todo lo que "debe" cuidar porque es "suyo".
La Otra sólo se tiene a sí misma. Y da. Lo da todo como solamente pueden hacerlo los que no poseen nada más que a sí mismos.
Una ama y exige que la amen por igual. La Otra da amor. Sabe que el amor no puede forzarse, ni tampoco exigirse... que el amor es algo que sólo puede darse...
Una siempre está rodeada de amistades. Porque soy su amigo, me confesó que la harta hacer todo como todos le aconsejamos que debe hacerse. Que la invaden las ganas de revolear nuestras opiniones por la ventana de su casa junto con todo el resto de sus cosas, para hacer lo que se le da la gana. Pero, en el fondo, tal vez por comodidad, nunca la vi revolear nada.
La Otra... es bastante solitaria. Los hombres jamás la vimos con mirada de amigo, y las mujeres creo que sienten por ella una mezcla ambigua de celos, rivalidad y deseos de ocupar su lugar.
Desde pequeño, Camilo fue muy reservado con sus sentimientos y emociones. Aunque todos supimos, o adivinamos, o creímos saber lo que le pasaba con Una y con La Otra.
Una era su pasado. Y, tal vez, su futuro. Pero La Otra siempre Es su presente.
Una es su mundo, su casa de muñecas, el orgullo de ser alguien frente a todos. La Otra, su alegría de vivir, sus fuerzas, sus deseos, su interior dado vuelta, el orgullo de ser alguien frente a sí mismo.
Una no lo escuchaba, pero con La Otra no necesitaba hablar.
Yo lo entiendo... ¡Quién mejor que yo para eso! Quién tan parecido... La misma circunstancia, tan igual, tan calcada con los mismos recovecos... Ese exacto vaivén que nos traslada de acá para allá, del mundo hacia nosotros, y de nosotros hasta perdernos en el abismo dulce de un cuerpo de mujer...
Frente al ventanal inmenso de su casa, Una espera con la mirada fija en el jardín de la entrada. En un rato, una parte de Camilo llegará, como siempre, en su auto azul. La parte de Camilo que Una espera no llegará, sin embargo. Se ha quedado extraviada entre los paisajes del cuerpo de La Otra. Se ha quedado rodando entre sus labios cálidos y la frescura simple de su risa.
En un cuartucho gris, casi sin nada, sólo consigo misma, La Otra espera con la mirada fija más allá del pequeño cuadrado de su ventana. Más allá de la flor fucsia de su única maceta. Abrazada al fantasma invisible de la parte que le dejó Camilo.
Lo que La Otra espera tampoco llegará. Estará más allá del ventanal inmenso, cómodamente instalado entre sus cosas, haciendo lo que debe hacer, inventando una reforma, buscando algún arreglo, alguna ocupación que lo mantenga entretenido, para esconder el miedo que le genera el deseo de salir corriendo a entregarse a sus brazos.
Y yo... también espero...
Espero que Camilo se decida a hacer lo que siente... Porque conmigo, a solas, entre mis brazos, Una es capaz de ser La Otra.

sábado, 25 de julio de 2009

Su soledad de océanos sin botes

Ojos marchitos los ojos del espejo. Eran sus ojos ya vacíos de lágrimas, ya secos de espejismos en desiertos de arrugas...
"¿Pero... no ves que él no es lo suficientemente bueno para vos? ¡¿Ese?! ¡Ese, con esa pinta, se te va a ir con la primera que se le cruce! Y el otro... sin dinero... y el de más allá, tan soberbio... y el de más acá, tan tímido que no llegaría a nada..."
Ojos abrumadoramente tristes los del espejo, porque ya no encontraban dónde reflejarse...
"¡Prometelo! ¡Prometeme que si no te casas conmigo te vas a quedar sola! ¡Que nunca vas a amar a ningún otro!". "Lo prometo... ¡Qué cosas se te ocurren...! Si... ¿no estamos bien juntos? Y claro que te amo y jamás voy a poder amar a otro..."
¡Qué desgracia tan grande el dudar tanto y terminar al fin no amando a nadie!
"Las chicas buenas miran hacia abajo..."
Y claro que si un hombre hubiera visto su alma tan claramente como ella en el espejo... ¡La hubiera amado tanto! Pero vaya a saber por dónde andaba oculta su alma colmada de respuestas sin preguntas.
Si conocieran las voces que la colmaron de este desamparo, su soledad de océano sin botes...
Tal vez, las que la amaban verdaderamente... Tal vez, y aunque sea por una sola noche... hubieran callado.
ROXANA LAURA RONQUILLO

martes, 14 de julio de 2009

Novecientos cuatro


El día había sido agotador. Por fin, el juez determinó que el padre de mis hijos (maldito hijo de perra mal nacido y...) debía hacerse cargo de la tan discutida "cuota por alimentos". Mi único deseo era dormir y, después de las trescientos cincuenta interrupciones de mis hijos, mis mascotas y el teléfono, me coloqué los auriculares para no escuchar a nadie, encendí la radio y me relajé en la cama.
"Si querés ganarte una entrevista con Roberto Passat, nuestro astrólogo y tarotista de confianza, podés enviar ahora un SMS a 70707 espacio radiovirtual y tus datos..." Entredormida, logré seguir como pude las indicaciones de la locutora. Y no recuerdo más. Caí en un profundo sueño.
Alarma. Odio las alarmas aunque provengan del celular con la música seleccionada por mí. Hora de levantarme. Remoloneo, pero conozco mis obligaciones. Me ducho, me cambio y parto valientemente a cumplir con mi trabajo después de la pequeña siesta. El sonido del celular interrumpe las explicaciones que le estoy dando a mi alumna. También odio que el teléfono suene en medio de mis clases. Mi entorno más cercano tiene en claro que sólo deben llamarme en caso de vida o muerte. No es nadie de mi entorno cercano. Corto la comunicación sin contestar, pero olvido silenciarlo. A los cinco minutos vuelve a sonar y decido atender.
- ¿Roxana...?
- Sí... -mi voz surgió inevitablemente parca y cortante- Estoy trabajando. En este momento no puedo hablar con nadie.
- Te cuento rápido, entonces. Mi nombre es Luciano. Te llamo de radiovirtual porque ganaste una entrevista con nuestro astrólogo...
Tal vez porque pocas veces gano algo, tomé sin demoras los datos para comunicarme con el astrólogo y acordar día y horario de la entrevista.
Avenida de Mayo al 2300... a la derecha... Un pasaje... Un lugar tan familiar... A dos cuadras de ahí se levantaba el caserón que habitaron mis suegros antes de su última mudanza. Sí, está bien. Puede tratarse de una actitud masoquista, o nostálgica, o me dejé llevar por la veta melancólica de mi personalidad, pero no pude evitar ir a verla. Mientras caminaba, la imagen de un remis con una pareja y tres niños avanzó desde mi pasado, deteniéndose en la puerta de la casona. Infancia. Risas. Ellos ni sospechaban del abismo que surgía entre su padre y yo. O verían las crisis como algo natural y pasajero. Aún dentro del fracaso de mi matrimonio hubo momentos muy felices. Una tristeza muy honda golpeó mi cuerpo con fuerza. ¿Por qué será que los para siempres duran tan poco? El tiempo avanza, irremediablemente. Y en algún rincón del alma, el pasado deja sus cajas al alcance exacto de nuestra nostalgia. Una sensación de paz y de perdón se hizo lugar junto a la de tristeza. Un sentimiento de punto final y nuevo comienzo reemplazó a la rabia acumulada después de tantos años. Ya no tenía nada que hacer allí. Volví sobre mis pasos hacia la calle del tarotista, lagrimeando, pero con una increíble paz interior.
Busqué el 904, pero no existía. Quedé parada entre el 902, una hermosa casa de alto, y el 906, un largo pasillo gris, desconcertada y sin saber qué hacer. Miré en la agenda. Decía claramente 904. ¿Me habría equivocado de calle? LLegué hasta la esquina. La calle era la correcta.
Toqué timbre en la casa de alto, pero una chica de mirada desconfiada me aseguró no saber sobre Roberto Passat. En el pasillo, una viejecita que no escuchaba nada negó con la cabeza y me dejó sin explicaciones. Caminé dos cuadras hasta el locutorio más cercano y llamé al número de teléfono que me facilitaron en la radio el día que gané la entrevista. Ése al cual había llamado para acordar esta fecha, este horario... "Sí, señorita, el número es ese pero acá no vive nadie con ese nombre...".
Desorientada, regresé a casa. Abracé a mis hijos como si fuera el último minuto de mi vida. En los momentos más críticos, más difíciles, el perdón nos deja un rastro de enorme plenitud y una gran dosis de felicidad presente. Y esa certeza de aprovechar cada segundo como si fuera el último. Mañana hablaría a radiovirtual y todo se aclararía, me dije.
A las 14 hs. del día siguiente, me encontraba a la espera, teléfono en mano. Una voz más sorprendida que la mía me afirmó que no sabía de ningún sorteo, ni de ninguna entrevista. Pregunté por Luciano. No, no había nadie con ese nombre. Por supuesto, también Roberto Passat era un perfecto desconocido...
Roxana Laura Ronquillo

viernes, 5 de junio de 2009

Por siempre... para siempre

Por siempre... para siempre
(Disfrutar la sombra de lo efímero)

He seguido tu sombra
vagando por tu lado más oscuro.
Has seguido mis pasos
perdiéndote en mi laberinto interno.
Y aquí estamos,
veleros naufragando sin brújula, ni guías.
Y aquí estamos,
perdidos,
cuerpos a la deriva,
inventando un minuto sin relojes,
moldeando algún espacio privadamente nuestro...

Has cambiado de rumbos.
He burlado mis tiempos.
Pero siempre logramos reencontrarnos
en alguna penumbra conocida,
lejos del mundo al que llaman real,
lejos de toda lógica
y de cualquier atisbo de razonamiento.

No sé cuándo.
No imaginas dónde.
Ni el cómo, ni el por qué de nuestra cita.
No elegimos horarios.
No convenimos fechas.
Nos esperamos como la Tierra aguarda
las estaciones, las mareas, los vientos.

No hay promesas.
No hay eternidades.
No hay palabras, ni tampoco silencios.
Una mirada que va directamente al alma.
Una sonrisa cómplice de cielos.
Y allí nos descubrimos,
ávidos del abrazo
que nos une por siempre,
para siempre,
en un fugaz momento.

ROXANA LAURA RONQUILLO

domingo, 31 de mayo de 2009

Patria en grises



Se me quedó la patria
prendida en un recuerdo de la infancia,
corazón escarapela,
bandera alada del águila guerrera...

Se me quedó la patria
en la utopía de un futuro de todos,
que va muriendo a diario
cuando muere algún niño desnutrido,
cuando muere un anciano solitario,
cuando un sueño se muere
en brazos del espanto cotidiano.

Se me enredó la patria
en aquel tiempo en que cantaba el himno
con voz aguda, trémula y brillantes los ojos de emoción y esperanza...
Y aún creía, como creímos todos, en esa libertad, libertad, libertad.

Nada es eterno.
Ni los hombres de honor,
ni las valientes mujeres que forjan un destino...
Tampoco las sangrientas batallas a cielo abierto...

Hoy las batallas se libran
solapadas, escondidas,
mediante acuerdos sucios
y tristes negociados,
y el resultado se publica en los diarios
cuando ya no es posible otra salida.

Se me voló la patria
al firmamento donde aún existen las palomas blancas,
porque aquí, hoy,
todas son grises, opacas y ni vuelan...

ROXANA LAURA RONQUILLO

miércoles, 20 de mayo de 2009


¿Qué dirá mi absurda biografía?
Todo lo que no fui
o lo poco que vieron de todo lo que fui...
Me da lo mismo...
Yo ya habré sido
y no habrá vuelta atrás.
El tiempo inexorable
continuará su fuga de presentes
para que los recuerden en futuros
quienes gustan mirar hacia el pasado...

Roxana Laura Ronquillo

jueves, 7 de mayo de 2009






Qué sería del mundo sin artistas…
sin la belleza exótica de la tristeza,
sin el payaso que muere en una lágrima…

Qué sería del cielo sin estrellas…
Tantos planetas congelados y a oscuras
que, ignorantes de la fuerza gravitatoria de los soles,
van perdiendo su rumbo…

Qué sería de mí sin tu sonrisa…
sin tu rumor callado que me ronda,
sin la espera anhelada de tus pasos,
ni tu mirada que me perfora el alma…

Sería
la irracionalidad de la chatura,
la orfandad de los hombres
sin sus dioses
a quienes dedicar, agradecidos, su alabanza.

Roxana Laura Ronquillo

miércoles, 8 de abril de 2009

Sonrisas... miradas


Sonreía. Y en su sonrisa cabía un mundo de palabras inexistentes, que tal vez sólo yo imaginaba. Ilusiones mías detrás de su sonrisa tan dulce, tan furtiva, tan prometedora.

Sonreía. Y dentro de sus ojos cabía el universo con todas las emociones que giran en él. Y su mirada se posaba en mi boca y me faltaba el aire.

Todo mi mundo, mi futuro, mis deseos, mis cavilaciones, reducidos a su sonrisa y sus ojos en los que el infinito era un segundo...


ROXANA LAURA RONQUILLO

martes, 24 de marzo de 2009

Resurgir


Hace mucho tiempo, las noches eran simplemente noches. Y los días, simplemente días. Plácidos de sol. O fríos. O lluviosos. O nublados. El abrir los ojos era el comienzo de algo nuevo. Y la sonrisa se presentaba en cada mañana como el café con leche.

Hace mucho tiempo, la risa era un eco que recorría la casa.

Después vino el “proceso de reorganización nacional” y ahí despertaron los demonios del miedo. Las noches se convirtieron en largas pesadillas, y los días, en un tratar de pasar inadvertido. Un juego de escondidas en el que nadie sabía de qué, ni por qué se escondía, y nadie quería ser descubierto. Estaban los que pensaban “por algo será”. Estaban los que creían que alguien tendría el valor de gritar “piedra libre para todos los compa...”. Y los que soñaban que la voz de la multitud se volvería un coro que haría extinguir a los “dinosaurios” de Charly y devolvería los demonios a sus jaulas.

En esos días, Marcelo era un líder nato. Orgulloso de haber ingresado en la UBA para cursar la carrera de Medicina. Había conocido a Laura, se había enamorado, y compartían estudios, intereses y besos.

A Alicia se le llenaban los ojos de lágrimas recordando el andar apresurado y alegre de su hijo, un huracán de sueños y proyectos. Inteligente, lindo, amante de la justicia, firme defensor de sus ideales, sensible, divertido. Bastante parecido al resto de los adolescentes a quienes les tocó cambiar un mundo y empezar de nuevo.

... Empezar de nuevo los que pudieron. El resto... muchos Marcelos, y Lauras, y Diegos, y Karinas, quedaron en la historia como desconocidos que se tragó el monstruo de la dictadura. O sellaron con sus propias tumbas el grito cruel e inhumano de las torturas para dejarlas sepultadas para siempre.

Durante muchos años, Alicia fue un fantasma desconsolado que vagaba por los rincones preguntándose “¿Por qué?”. Enfundada en su bronca y su impotencia recorría a diario el jardín donde, con una tristeza infinita, enterraron los libros que su hijo tanto amaba. Ella, con la esperanza de cuidarlo y protegerlo. Él, resignándose a sus ruegos para dejarla tranquila.

Habían prohibido todo y, aún así, cada día encontraban algo nuevo para prohibir. Y a pesar de todo, y sin saber por qué, Marcelo no volvió.

Ella corrió detrás de cada rastro... Cada versión que se oía se convertía en una pista para buscarlo. Necesitó de duelos casi interminables para admitir lo que Marcelo parecía haber aceptado desde un principio: que su destino era torcer el cauce del torrente del miedo, ser un desconocido que desaparece en el transcurso de la historia para que nunca más el abuso domine la vida de los hombres. Cuando se resignó a que correr detrás de la nada no la llevaba a ningún lado, comenzó a volcar su dolor en un cuaderno. Escribió cada lágrima, cada esperanza, cada idea, cada búsqueda vana, hasta logró escribir cada silencio. Convirtió en libro su muerte cotidiana. Con Marcelo susurrando a su oído que, aunque quizá su libro nunca se publique, jamás sería enterrado. Que aunque no estén de acuerdo con sus opiniones, nadie podrá callarla ni obligarla a pensar diferente. Que tal vez, las noches vuelvan a ser noches, y los días vuelvan a ser días. Que mientras un solo ser ame, la vida resurgirá, como el Ave Fénix, entre las cenizas del fuego de los hombres.

Roxana Laura Ronquillo

jueves, 19 de marzo de 2009

De "El libro de las sombras"


INTACTO
(Con amor, a las mujeres que se conforman con la sombra de la felicidad)

La botella de perfume importado, allá, en el estante más alto, inalcanzable, en su packaging original… El regalo más costoso que recibió para su cumpleaños… El regalo más costoso, del hombre que ella jamás amó. Exquisito diseño… demasiado exquisito para estar a la altura de las circunstancias. Aroma suave, delicado, persistente… lo que él pretendió de ella, “su” esposa, “su” mujer. Lo malo fue que ella no se amoldó nunca al lugar de lo “suyo”. Pero, negando abismos lograron encontrar al menos un lugar en común, donde no molestarse el uno al otro. Un lugar de silencios propios y rutinas compartidas. De maravillas jamás descubiertas y cotidianeidades sumamente cómodas.
Y la botella de perfume importado absurdamente igual, ilógicamente intacta en el último estante… Ella no quiso contarle que nunca pudo usarla porque otras manos quemaron su piel de porcelana y la hicieron mujer. Quiso confesarle que rompiendo barreras que la cordura impone, otra sonrisa le fabricó otro mundo en donde no existían fragancias importadas porque el olor del otro despertaba pasiones de fuego incontrolable. Sí, el “olor” del otro… no su “aroma”. El sexo y el amor frenéticamente libres allá donde no se puede y, sin embargo, a oscuras, sí se puede todo.
El interior de una mujer es un abismo, un volcán encendido de misterios. El exterior, acaso una fachada donde se permanece acurrucada, tranquila, junto a quien no se ama, soñando con los brazos del hombre que se ama, tan llano, y tan simple, y tan cercano, y tan inaccesible, y tan lejano como el frasco de perfume allá, en el último estante.
Cerró los ojos. Nunca quiso fingirle sentimientos al hombre que dormía a su lado desde hacía treinta años. Sospechó que él lo sabía, o lo intuyó, o lo imaginó… Tal vez, también él eligió la mentira del hacer de cuenta que todo continuaba igual que siempre…
Cuando ella estuvo a punto de decirlo, de dejarlo volar como los sueños, él le regaló el perfume. Y ella calló. Como callaba siempre. Como callaba ahora y para siempre, dejándose acunar en brazos de la muerte, con las mejillas arreboladas de sol, soñando con su amado, y el cuerpo rígido, el packaging intacto, los ojos fijos, ya sin vida, en el perfume importado del estante de arriba…

Roxana Laura Ronquillo

domingo, 8 de marzo de 2009


Durante el año 2007, en el Taller Literario trabajamos con consignas basadas en la búsqueda... La búsqueda de un lugar en el mundo, de la belleza, del amor... Una de ellas fue “la búsqueda de la esencia de lo femenino”. Podíamos escribir en cualquier género, pero tomando como base a una persona, su biografía, o diferentes momentos de su vida...
En mi mente se juntaron la idea de que la casa donde vivo perteneció a mis abuelos maternos, con el recuerdo de que la familia de mi abuela estaba formada por sus padres y siete hermanos (ocho con mi abuela incluida), dos varones y seis mujeres. A lo largo de su vida, que fue a la vez dura y alegre, debieron trabajar para poder subsistir y, a la vez, como el mandato social de aquel momento exigía, casarse y tener hijos (y dejar de trabajar para educarlos y dedicarse a ellos). Esta mezcla de situaciones las volvió fuertes y unidas. El lazo de amor se mantuvo a través de las generaciones que las sucedimos (y gracias a ellas). Mujeres a las que les costó tanto aprender a leer y escribir y, sin embargo, lograron educarnos y enseñarnos con la simpleza de la verdad... Esta es a mi criterio la esencia de lo femenino... La fortaleza del alma, la esperanza, la alegría y el amor que se anidan en el corazón de la mujer, y que hacen que su espíritu se mantenga vivo aún después de su muerte....
Acá transcribo el relato...
Feliz Día Internacional de la Mujer...






SEIS MUJERES

Hubo un tiempo en el que los caminos no existían. En el que quien viajaba a dejarse guiar por las manos del destino, podía no volver.
El futuro era remoto e inalcanzable. El paisaje, infinitamente extenso y sin fronteras.
En ese tiempo de idas sin regreso, Leonor De Agosto y Antonio Di Marzo (y no se rían por los apellidos, son los reales de mis bisabuelos) llegaban a Argentina con su pequeño hijo Francisco. Italia quedaba detrás de un océano infranqueable y ya nunca la volverían a ver.
Rondaron por Argentina y Uruguay luchando su presente para, finalmente, detenerse y afincarse en el barrio de Flores, a una cuadra de lo que era el arroyo Maldonado (hoy, Avenida Juan B. Justo al 5800).
A lo largo de esos años en los que la esperanza fue el motor del vivir cotidiano, tuvieron siete hijos más: Cayetano, Romana, Filomena, Francisca, Serafina, Dominga y Eleonor. Poco a poco, estos nombres fueron reemplazados por los apodos que los inmortalizaron en la memoria de sus descendientes (Chicho, Gaetano, Ñata, Mena, Kika, Fina, Chola y Gorda). La mitad, de cabellos oscuros, tez rosada y con los ojos renegridos de Antonio. La otra mitad, rubio-dorados, con la mirada transparente y azul de Leonor. La mayoría, mujeres... Decidiendo, organizando, resolviendo... Fuertes, a costa de cargar sobre sus hombros el peso de la vida... Alegres, para pintar su futuro con brillantes colores... Solidarias, porque en tiempos difíciles uno solo no puede... y el peso compartido se aliviana. Con la esperanza aliándose al esfuerzo para darle a sus sueños raíces y alas.
Aprendieron a fuerza de vivir, y ya desde muy jóvenes comenzaron a trabajar en la fábrica de medias Minué. Una a una. Dejando su lugar a la siguiente al casarse y quedar embarazadas.
Todas tenían en común un carácter enérgico y emprendedor. Y un dialecto propio, “tano-castellanizado”, que fue una especie de código compartido con sonrisas y complicidad.
De las mujeres, Ñata fue la primera en casarse al llegar a los quince años. Y así como una a una ingresaron al mundo laboral, así fueron formando su propia familia, dispersándose entre la Ciudad de Buenos Aires, Hurlingham y Caseros... Aunque los lazos del amor las mantuvieron siempre unidas.
Mena era la divertida, la que arrancaba carcajadas en las fiestas.
Kika, la única que nunca se casó, y la que nunca aprendió ni a leer ni a escribir. Como compensación, tuvo muchos sobrinos que la amaron como hijos. A pesar de su analfabetismo, en la fábrica le otorgaron como distinción a su trayectoria, una medalla y una pulsera que guardó orgullosamente toda su vida.
Fina era la que corría en auxilio de todas en cualquier ocasión.-
Chola, la coqueta, bonita y elegante.
“La Gordita”, la más pequeña, es quien a sus ochenta y tantos, suele traernos durante sus visitas, un poco de las cinco que ya no están.
No es mi intención contar sucesos tristes (¡Que los hubo...!), y no puedo extenderme con el detalle de tantas alegrías. Es que mi casa guarda en sus rincones más de dieciocho mil días de historias y recuerdos...
En el silencio de la noche, crujen sus pisos de madera ajada. En las mañanas vestidas de sol, sus ventanas sonríen a la vida. Sus paredes esconden los secretos y el alma de quienes se fueron en busca de ese cielo merecido, y respiran a diario las emociones de quienes intentamos merecerlo.
A lo largo del tiempo, el hombre quiso facilitar la ida y la vuelta... Y el mundo entero se fue poblando de rutas y caminos... Y los caminos se convirtieron en rotondas que no nos llevan hacia ningún lado... Y buscamos anclarnos, entre risas y abrazos, para mirar un día a nuestro alrededor, sabiendo que ya habremos hecho tanto, que aunque nos marchemos en brazos de los Ángeles, la Vida continúa...

Roxana Laura Ronquillo

domingo, 22 de febrero de 2009

Intercambio


GUSTAVO

Como todas las mañanas, el despertador sonó puntualmente a las 7:00. Gustavo abrió los ojos con pesadez. Mariela ya estaba duchándose y el olor a café se esparcía en el loft.
Como todas las mañanas, tuvo la intención de volver a dormirse pero su responsabilidad no lo permitiría, así que se cambió automáticamente: camisa blanca, traje impecable, corbata y medias al tono, zapatos recién comprados de stork. El espejo le devolvió la imagen prolija y elegante que había inventado para sí mismo: agradable, moderno, algo cool… demasiado formal para ser modelo, demasiado arreglado para el día en el Banco. Sólo su mirada delataba un aburrimiento que antes no existía ahí. Era el espejo de su interior, y él, internamente, se encontraba vacío.
Desayunaron en silencio, se despidieron en la puerta con un beso, y cada uno subió a su auto para dirigirse al trabajo.
Encendió la radio escuchando el estado del tránsito y maldijo por lo bajo a un piquete que cortaba las calles demorando su viaje. Después se preguntó cómo haría esa gente para vivir así…Sin trabajo… Sin dinero…Entre chapas y cartones…Rodeados de hijos a los que no podrían alimentar… Y experimentó un poco de vergüenza por sus comodidades. Pero sólo un poco. También recordó su esfuerzo. Sus obligaciones. Sus aplastantes rutinas. Su planificación exhaustiva de una vida que a veces consideraba que no vivía… Porque algo… todavía desconocía qué era… pero algo le faltaba.
Gustavo ni siquiera imaginaba que ese mismo día se enfrentaría a un hecho que rompería todo el monótono y confortable mundo que se había fabricado.
Sin pensarlo, su vista se desvió a la imagen del Sagrado Corazón que le había regalado su madre. Apoyado en el auto como un adorno más, porque hacía años que había resuelto ser agnóstico.
Estacionó. Conectó la alarma. Miró de reojo su reloj: llegaría tarde.
Desde el exterior de la puerta del Banco tuvo un presentimiento extraño… se detuvo… no vio a Carlitos (de vigilancia) en su lugar acostumbrado… ¡Tonterías!... Si en treinta y tres años no creyó en los presentimientos ¿por qué debía creer ahora? Entró. Caminó unos diez pasos. El sonido del disparo no le dio tiempo para reaccionar y un dolor agudo lo hizo caer. Lo último que escuchó fueron gritos… la sirena policial…y alguien que pedía una ambulancia.


ARIEL

La noche se extendía redonda y llena, de un azul intenso y profundo. Miles de estrellas sonreían a lo lejos. Desde la ventana del primer piso del Hospital del Sol, Nancy las observaba, esperando triste y resignada la muerte de su esposo que permanecía en coma desde el día anterior.
Giró su cabeza hacia él rememorando todo: Había abierto la puerta con violencia, corriendo, agitado. Los nervios quitándole la respiración. Como pudo, se sinceró con ella. El Chancho y el Turco lo habían planeado. Era seguro. Mientras ellos robaban, él los esperaba afuera con un auto prestado. Cuando el muchacho entró al Banco, él se acercó distraídamente y alcanzó a ver al Chancho dispararle. Entonces corrió desesperado hasta su casa. Nadie lo había visto. Nadie lo sabía partícipe. En la mitad de su íntima confesión, un dolor en el pecho lo hizo caer. Sus gritos. La ambulancia. El Hospital. A medida que las horas pasaban y lo ocurrido se clarificaba en su mente, se sentía más confundida. Pero jamás lo delataría. Era su esposa.
En ese instante, tuvo la impresión de estar preparada para la separación. Besándolo, había rezado pidiendo por su alma y por la de ella. Y siempre llorando a escondidas porque, a pesar de que los médicos le afirmaron que el cuerpo de él ya no sentía, ella estaba segura de que la tristeza o la alegría se transmiten más allá de lo que un médico puede afirmar.
Ella presentía desde el corazón que su esposo estaba triste. Aunque sólo fuera un cuerpo que no respondía a los estímulos. Y en ese segundo, guiada por su intuición, tomó la decisión certera de transmitirle amor y alegría para aligerar la carga de su alma.
Perdido en el silencio blanco de las sábanas limpias, Ariel permanecía en un descanso de la escalera entre la vida y la muerte. No podía llorar. La materia esparcida sobre la cama ya no respondía a su cuerpo emocional. Imágenes se colaban como flashes comprensibles sólo para él. Imágenes que mostraban sus peores momentos y también los mejores. Y sus intentos de encontrarle un sentido a la vida. A lo lejos, entre la quieta transparencia de lo intangible, le llegaba la voz de su esposa y todo se llenaba de paz, de amor.
Una luz blanca y rosada lo sumergió en el Alma del mundo… y ya no supo nada más.

ANTE EL GRAN TRIBUNAL

El Gran Consejo estudiaba detenidamente los dos casos que se le presentaban. A través del amor siempre aparecieron ante ellos las soluciones más adecuadas, pero últimamente las decisiones eran cada vez más difíciles.
Ambos expedientes se relacionaban en varios aspectos. Las individualidades que los protagonizaban no tenían nada en común. Antes de resolver decidieron examinar cada uno por separado. Allá, el tiempo no contaba.
Observaron cuidadosamente la primera carpeta:

CASO Nº 1

Gustavo Pérez Cantón
33 años
Empleado bancario
Convive con su pareja hace un año. Sin hijos.
Principal defecto: Superficialidad. Otorga excesiva importancia al trabajo y al éxito terreno. Valora posesivamente los recursos materiales por considerar a esta vida como toda su existencia. Para él, el nacimiento es el comienzo y la muerte el final.
Principal virtud : De acuerdo con su creencia, no está obligado a ser bueno, ni sentir culpas, ni rendir cuentas ante nadie, sin embargo, posee una bondad desinteresada nacida únicamente del amor por los demás y la caridad.
Causa de muerte momentánea: herida de bala en un asalto sufrido en su ambiente laboral.
Sentimiento que lo mantiene en este estado: Vacío emocional.
La cerraron cuidadosamente y abrieron la segunda carpeta:

CASO Nº 2

Ariel Duschi
25 años
Desocupado con trabajos irregulares
Casado. 3 hijos
Principal defecto: Resentimiento contra quienes considera en mejores condiciones que él. Ante la propia situación que empeora y su sensación de imposibilidad de resolver sus problemas, aumentaron su ira y su tristeza, y participó en dos asaltos.
Principal virtud: su fe inquebrantable. Posee una increíble fuerza interior aunque aún no logre encauzarla para revertir su vida.
Causa de muerte momentánea: Paro cardiorrespiratorio.
Sentimiento que lo mantiene en este estado: desesperanza generalizada.


El Gran Consejo tenía ante sí dos opciones: la muerte o la recuperación. Les resultaban, no obstante, incompletas e injustas. No lograban avistar en ellas un camino de revisión que llevara al cambio. La Autoridad Suprema se hizo presente en todo su esplendor.
Una tercera opción apareció ante el Gran Consejo: la Recuperación Milagrosa por Cambio de Cuerpos. Pocas veces aplicada, se vislumbraba como la única posibilidad.
Al finalizar la reunión, el acta quedó redactada con el consenso general. Perfecta y precisa hasta en su último detalle:

“… Dadas las circunstancias que así lo determinan, con el fin de otorgar una segunda oportunidad que permita ampliar puntos de vista parciales y reducidos, con la certeza de que se podrán resarcir daños y considerando su merecimiento, este Consejo decreta que ambas partes retornen a la vida, habitando cada una el cuerpo físico de la otra…
El espíritu Ariel Duschi, una vez ocupado el cuerpo denso del Sr. Gustavo Pérez Cantón, no recordará nada, evitándole el dolor por el distanciamiento de sus hijos terrenos.
El espíritu Gustavo Pérez Cantón, una vez ocupado el cuerpo denso del Sr. Ariel Duschi, tendrá vagos recuerdos e impresiones que ayudarán a mantener su fe en la existencia de Vida Espiritual.
Con el acuerdo de los presentes, dichas entidades regresan a la Tierra.”

MILAGROS

Un día cualquiera, con perfume a rosas y brillo dorado, el espíritu de Ariel volvió de la muerte a habitar el cuerpo de Gustavo. Primero se dejó caer hacia el abismo, hacia el hueco profundo de la nada. De pronto estaba ahí, en un mundo que no reconocía.
Como único recuerdo y obsesión empecinada, la visión incierta y reiterada de unos ojos marcando su horizonte… señal y guía…
Pero sus fuerzas escasas poco entendían de palabras, menos de miradas ni señales. Sólo que frente a la cama gris del Sanatorio de la Trinidad un rayo de sol se filtraba por la ventana. Y las ganas de vivir superan cualquier pronóstico médico.
Mariela giró su cabeza hacia él y ahogó un grito. Llamó a la enfermera. La enfermera, al médico de guardia. La hicieron salir. Exámenes. Análisis. Preguntas para encontrar una justificación inexistente desde el razonamiento meramente científico. Así suelen comenzar los milagros… extinguidas las respuestas comprobables y un imposible transformándose en hecho evidente.


Era medianoche. Una luz amarillenta que irradiaba una pequeña lámpara, escasamente iluminaba los contornos de las cosas en la habitación del Hospital del Sol.
Ariel abrió los ojos lentamente. Contempló extasiado la figura del Ángel brillando en actitud protectora desde el lateral derecho de su cama.
En segundos, el resplandor había desaparecido y la oscuridad nocturna lo envolvía todo.
La mezcla de emociones lo inmovilizaba. Paz. Miedo. Confusión. Llanto. Alegría. Por primera vez se sentía acompañado. Perdió la noción del tiempo hasta que Nancy lo descubrió despierto. Incrédula y feliz, llamó a la enfermera. Clínicamente, no existían explicaciones. Pero, el alma de Gustavo, inmersa en el cuerpo maltrecho de Ariel, había conocido a su Ángel. Y los Ángeles no necesitan explicaciones… El milagro había concluido…

sábado, 7 de febrero de 2009

El error


El error nació en el límite preciso entre un sí y un no... En el instante exacto en que su mano se aferró a la de ella deseando eternizar ese contacto.
Fue cuando su cabeza y su corazón decidieron caminar por separado, por no lograr consenso favorable a ambos.
Duele... Duele el error en el alma. Duele en el cuerpo. Duele con lunas y con soles. Hace de cada día una agonía. Duele el vacío de sus pasos ausentes y el hueco de su mano, que ya alcanzó otra mano, en algún límite, preciso o impreciso, entre un sí y un no...
Roxana Laura Ronquillo

viernes, 23 de enero de 2009

Son "de amores"

Días atrás conversábamos con mi pareja sobre amores pasados… sobre cómo uno llega a ser lo que es, también por lo que esos “amores” aportaron a nuestras vidas (aunque haya habido tristezas, llanto, decepciones o rabias)… Siempre hay, no obstante (y después de superada la crisis) algún recuerdo que nos arranca una sonrisa, y hasta podemos decir “esto fue gracias a…”.
Todos vivimos buscando “el gran amor”… Para llegar a él, a veces, debemos pasar por amores imposibles, amores desencontrados, amores traicioneros... y más. Pero nuestro primer pasito en este terreno, ese que queda grabado con una cuota de ternura, para siempre, en nuestro corazón, es el primer amor… ingenuo, idealizado, tal vez, el que nos arranca las primeras lágrimas…
En mi caso, y a quien le dedico este relato (“Galán”), y le agradezco la ilusión de mi primer amor… "el Rober” Homelanuc…

Cualquier semejanza con la realidad es, absolutamente, así como la recuerdo...

GALÁN

Hay un momento en que la vida se transforma en montaña rusa, en trapecio de circo, en vuelo… y vértigo… y sueños que buscan altura.
A los doce años las ventanillas del colectivo son, un día monotonía y rutina, y otro día, un escape hacia el ocaso. La realidad, capaz de ser moldeable como arcilla. La fantasía, posible, y… ¡tan cercana!
La música de Queen vuela, girando por mi habitación. Sale de los pequeños parlantes del radio grabador, aturde, retumba más allá de puertas y paredes. Mi voz la sigue con una mala fonética y peor entonación, pero con ganas. Aún respetaba como algo sagrado el horario de la cena, las rutinas y las obligaciones. A cambio, se respetaban mis gritos desaforados intentando seguir a Queen… “Otro muerde el polvo”, “Rapsodia bohemia”, “Amor de mi vida”, “We are the champions”…
La primavera y el verano otorgan más permisos con sus días largos y tibios.
Poco a poco, los chicos del barrio van asomándose, de a uno, se esperan en la puerta, caminan de un vereda a otra a medida que anochece…
Lili, de la casa de la esquina, con Adrián, su hermano. Carlitos, de mitad de cuadra. Claudio, de al lado de casa, el bonito. El otro Claudio, el “versero”, apodado así porque nunca sabíamos cuándo decía la verdad. Marcelo, el chaqueño. Laura, de enfrente, tratando de escapar de su hermana menor…
Yo la espero a Caro, mi prima, porque nuestras casas se comunican por un pasillo interno. Es regla: la primera en terminar de cenar espera a la otra y salimos juntas a la puerta.
Casi siempre, contamos historias de terror. El que más sabe es Marcelo, el chaqueño. Es morocho, narigón, no muy agraciado, pero con su tonadita diferente nos tiene a todos cautivados: en sus viajes al norte conoció, o escuchó, o supo, sobre la luz mala, la llorona, el duendecito silbador…
Claudio, el mentiroso, inventa: las palabras se le agolpan, le patinan, al final, nadie le cree nada y terminamos a las carcajadas (él, con cara de inocente, de “es verdad”, de “no sé de qué se ríen”).
Esa noche es distinta. No lo notan entre los adultos… Son “cosas de adolescentes”…
-Mañana viene mi primo, de Ciudadela… el Rober –dijo Lili el día anterior.
Mirada de reojo entre las chicas.
-Tiene trece años… Es re-lindo ¡van a ver! Se parece a Luis Miguel…
Nueva mirada silenciosa. Luis Miguel recién se lanzaba al mundo como cantante: voz aguda, letras románticas, cabello lacio cubriendo unos enooormes y expresivos ojos… Uno de los ídolos del momento.
Como siempre, los varones llegan corriendo, interrumpen, cambian de tema… La imagen del “primo lindo” queda flotando en el aire.
Pero… el “mañana” se transforma en “hoy”. La luna se asoma. La tarde va oscureciendo y llenándose de estrellas lentamente.
Caro entra en mi habitación como un huracán, con la cena a medio terminar y una sonrisa cómplice. Me apaga el grabador, me tironea de un brazo, bajamos murmurando, riendo, codeándonos.
Un “riiiing” más poderoso que un despertador nos “obliga” a salir en loca carrera atropellada para abrir.
Nuestros dos pares de ojos, más redondos que nunca (yo, como siempre, detrás, más vergonzosa) se preparan para conocer a la “nueva figura masculina”…
Y, de pronto, una sombra resbala, un grito dolorido corta el aire, una huída llorosa nos deja sin habla…
-Aaaaayyyyy, tía…, me “golpiééé”!
Sí. El galán (o galancito), el “Luis Miguel” de la zona oeste, cae, estrellándose la cabeza (no sabremos nunca si en la vereda o en el murito que separa mi casa de la de mi prima), y escapa, avergonzado…
Su prima, muerta de risa, nos da la explicación… y nuestra “mudez” momentánea se convierte en sonoras carcajadas.
Como dice el refrán, “un tropezón no es caída” (y no hay caída de la que uno no pueda levantarse)… Rober vuelve en unos minutos con la cabeza vendada y una mirada que fija extrañamente en mi mirada tímida. De verdad se parecía a Luis Miguel. O tal vez mi fantasía lo vio así. Después de la caída se convirtió en mi primer amor… al que nunca me animé a darle un beso…

ROXANA LAURA RONQUILLO


domingo, 18 de enero de 2009

Mi suegro es español. Tuvo una infancia difícil. A los 6 años quedó en España al cuidado de unas tías, y a los 16 vino (solo) a nuestro país, a reencontrarse con sus padres. Mi suegra es Argentina. Se casaron muy jóvenes y formaron una familia. La vida no les fue fácil. Pero lucharon (y luchan) para seguir hacia adelante...
¿Por qué cuento esto?
Cuando tuve la posibilidad de participar en el Certamen de Poesía organizado por el Centro Cultural Andalucía, de Buenos Aires, pensé... tengo que escribir sobre esto... Tantas veces hablamos alguna tarde de domingo sobre lo que se sentía, esas ganas de volver al país de origen, ese acento (en este caso español) que nunca se pierde ni con el paso de los años, esa nostalgia que permanece en el corazón y que nos lleva a pensar, como dice Antonio, mi suegro, que "cuando me muera, arrojen mis cenizas en alguna playa, que el océano me trajo y el océano me llevará de vuelta a mi tierra...", esa partecita de otro lugar que no conocemos, pero queda arraigada en hijos y nietos de inmigrantes por conocerla a través del corazón...
Mi suegro no es andaluz (licencia de escritora que me permití, porque uno de los requisitos del Certamen era que el poema fuera sobre Andalucía). No esperen encontrar en la poesía "palabras difíciles" ni rebusques literarios. Está escrito solamente desgranando sentimientos (en general, como escribo yo). Lo que sí tiene es una cierta musicalidad española, como forma de respeto y homenaje (y porque me gusta).
Y bueno, en el Concurso gané una segunda mención (El primer premio lo ganó mi papá, Héctor Ronquillo, ¡hija 'e tigre resulté!). Y me dije: para honrar a todos los inmigrantes, tengo que postearlo... Y ahí va...

El acento de mi España

España de mis amores
con tu tierra verde y alta,
y, entre el verde, los sinuosos
caminos de la esperanza...
Allá quedaste tan lejos
y en ti se quedó mi infancia
con sabor a fruta dulce,
a procesión, a esperanza,
a pies descalzos de niño
llevando a pastar las vacas.

¡Ay, corazón andaluz,
de recuerdos y nostalgias!

España, mi tierra dulce...
Hace tanto que besé
por última vez tus playas,
y me embarqué hacia otros rumbos,
me enamoré en otras aguas...
Hoy, mis hijos y mis nietos
te viven con mis palabras...
Reflejados en mis ojos
ven tus paisajes soleados,
de azul tu cielo y tus aguas,
de piedra gris el camino,
y de verdes pastizales
las laderas de montañas...

¡Ay, corazón andaluz,
de recuerdos y nostalgias!

Esta tierra me dio mucho,
mas nunca logró borrarme
el acento de mi España,
y nada puede evitar
que al son de las castañuelas
se me suelte alguna lágrima...

Si se adelanta la muerte,
yo le pido a quien me quiera
que eche a volar mis cenizas
por ahí, en alguna playa...
Y me deje descansando...
Yo sabré cómo llegar
por mares embravecidos
a los brazos de mi España.

jueves, 8 de enero de 2009

Seguir... hacia donde sea

La vida es un viaje...Sólo que, a veces... nos quedamos tanto tiempo detenidos!
Aún sin saber que estamos detenidos.
En el tiempo, en el espacio, en el crecimiento, en las despedidas, en los nuevos comienzos...
Tantas veces nos desviamos para no sufrir el dolor de alguna espera...
Tantas veces creemos que ya llegamos a destino...
Tantas veces queremos volver...
La vida es una sucesión de aciertos y errores, desvíos y vueltas... y cruces de caminos... y señales de todo tipo... Pero, indudablemente, son aciertos y errores y vueltas y señales y caminos propios que, como fuertes raíces, nos hacen crecer hacia lo que realmente somos...