domingo, 21 de diciembre de 2008

Y liberó el afuera


Su mundo era pequeño,
recortado de sueños,
olvidado de risas,
excedido de calma,
limitado en espacio,
alejado de amores,
reducido al cuadrado
que encerraba el afuera
detrás de la ventana.

Una tarde
abrió un libro,
se sumergió en la magia
de ese mar de palabras.
Su universo pequeño
se llenó de colores;
atrapó con sus manos
un trozo de alegría,
se vistió de esperanza.

Abrió el cuadrado
con mano temblorosa
y liberó el afuera,
que sin permiso
se le instaló en el alma.

Y se subió a una nube
blanda y tibia,
que la llevó hasta el cielo
donde viven los soles
de todas las personas olvidadas.

Roxana Laura Ronquillo

viernes, 28 de noviembre de 2008

Mariposa blanca


En homenaje al pueblo mapuche.

Para los vocablos mapuches que se encuentran en el relato, recurrí al libro "Cuentan los mapuches", edición de César A. Fernández, Biblioteca de la Cultura Argentina, Ed. Nuevo Siglo. Aquí los adelanto para simplificar la lectura:

Lemu: bosque, selva.
Puquem: invierno.
Pehuén: conífera que alcanza hasta 40 m. de altura cuyo fruto es el piñón, de gran importancia económica y religiosa en la cultura mapuche.
Machi: shaman, curador/a.
Huinka: denominación dada al "no mapuche".
Pillán: espíritu del volcán.
Fta Uaría: gran ciudad. En general se refiere a Buenos Aires.
Qülmen: orador.
Cultrún: tambor mapuche.
Tayül: canto sagrado entonado en los rezos.

Y ahora sí, MARIPOSA BLANCA:

Cuando Blanca nació, el invierno caía congelando el lemu. Rugían en el viento las voces de los pueblos del pasado y el cielo llovía escarcha sobre la Madre Tierra.
Según las creencias de la tribu, quien lograba sobrevivir a la crueldad del puquem crecería fuerte como el Pehuén.
La machi, la bruja, "la que sabe", hurgó en sus oscuros ojos de india espiando lo profundo de su alma...
- Mariposa Blanca -dijo- ése va a ser tu nombre...
Y sonrió dirigiéndose a quienes la rodeaban...
- Volará... y en sus alas elevará a su pueblo...
En el momento mismo de haber nacido ya llevaba consigo su destino marcado, y la mixtura de la sangre india de su madre con la sangre huinka y porfiada de su padre gringo, al que el misterio de la Cordillera había tragado.
Su infancia fue de tierra y fue de viento. Natualeza con pilares de troncos en un bosque sin muros.
En la delicadeza de su cuerpo encerraba la fuerza del pillán.
No era muy diferente de las demás infancias de curtida ternura e inocencia salvaje. Tan lejanas en tiempos y distancias, en cultura y costumbres a la Fta Uaría, la gran ciudad.
El día en que su madre dejó de respirar y fue a reunirse con sus antepasados, sintió crecer la curiosa urgencia de conocer el mundo de su padre.
Dejó atrás su niñez en el pesado viaje a Buenos Aires.
Lo que siguió fueron años difíciles. Años dedicados al estudio de las leyes de los blancos. De civilización de su franqueza tan díscola. De ayudar a su pueblo a defender su espacio ante el gobierno. Meter en la cabeza de su gente que aunque toda la Tierra es una sola alma, en la sociedad huinka tenía dueños. Hacer conocer al mundo con sus escasas armas de qülmen que en su idioma no existe el vocablo "propietario". Fusionó lo mejor de ambas culturas y consiguió el fallo en favor de la Reserva. Pagando con su etérea luminosidad que se opacaba entre las grises soledades de las altas paredes.
Las mariposas blancas son una rareza para quien no comprende la biodiversidad de la fauna del lemu. En la pesada jungla de cemento se intenta "domesticar" a cuanta especie diferente se cruza en el camino. El cuidado es encierro para quien nació rodeada por la crudeza del invierno en el corazón de un bosque.
Blanca se levantó de su cama y caminó descalza hasta la ventana.
La abrió y, por fin, respiró el aire fresco de la mañana acercándole el espíritu de su comunidad. Recordó a la machi con su sabiduría de la Tierra Salvaje. Su alma retumbaba al compás del cultrún. Entrecerró los ojos, estiró los brazos y entonó el tayül. Al finalizarlo, dirigió su mirada al cielo y, dando un suspiro, levantó vuelo...

Roxana Ronquillo

domingo, 16 de noviembre de 2008

Capítulo de "El diario de Marga" (novela en elaboración)


El adiós

Cuando me enteré del poco tiempo de vida que me quedaba, me desesperé... Tantas cosas tenía por hablar, tanto por arreglar, tanto aún por decir... Lo que siempre callamos esperando el momento oportuno... y el momento oportuno no existe. Se disipan las circunstancias y por cobardía, por temores reales o infundados, nos volvemos silencio, nos adentramos en un universo propio sintiendo que todo esfuerzo es inútil para que nos comprendan.
Tal vez no haya que “comprender”, sino “aceptar”, simplemente...
- Te voy a extrañar mucho...
- Yo también...
Es lo último que recuerdo de Fabián... El nudo en la garganta y tantas palabras ahogadas en el pecho... No hace falta, no, no digas nada... hay personas con las que no es necesario hablar. ¡Qué dolorosas son las despedidas...! Un abrazo. Un silencio. Un sentimiento compartido de “nunca más” y “siempre”. Unos ojos húmedos y la tristeza rondándonos el alma...
Qué difícil continuar camino, cuando el camino se bifurca y se pierde, se aleja como se alejan los futuros felices...
Adiós, ya está, no, no lo digas, te comprendo, no lo hagas más difícil todavía... El mismo peso, el mismo vacío, el mismo hueco donde antes existía un corazón que se voló, que se quedó en algún lugar, donde algún día anidó nuestra felicidad...
Una sola despedida. Adiós, Fabián. Después, vendrá la despedida al resto. En mi diario. Mi adiós al mundo. Y aquí, lo que les dejo... Les dejo a la Marga que nunca conocieron, que nunca quisieron conocer, porque les generó miedo, porque rompió barreras, porque el único error que cometió, fue haber amado tanto (a su manera).
Roxana Laura Ronquillo

lunes, 3 de noviembre de 2008

Mientras me abraces...


Hoy pinté estrellas

entre los recovecos de tu cuerpo dormido...


Y reservé un misterio inexplorado

en la naturaleza errante de mi sombra.


Mientras me abraces,

la muerte no alcanzará mis pasos.


Mientras me ames,

el grito desgarrante del olvido

sólo será silencio.


Roxana Laura Ronquillo


viernes, 31 de octubre de 2008

Adiós, Verónica...


Dedicado a nuestra querida Poldy Bird...

de parte de todos los que compartimos sus "Cuentos para Verónica"

y que hoy aunamos nuestras lágrimas a las de ella...


Teníamos casi la misma edad, Verónica y yo. Ella, treinta y nueve. Yo, treinta y ocho. Ella, la hija de Poldy Bird, que hoy, con sus treinta y nueve años, a causa de un infarto masivo, abandonó este plano. Y yo, sólo puedo imaginarla de la mano de los ángeles, pero con diez o doce años, como su mamá la describía en "Nuevos cuentos para Verónica", como yo, cuando leía los cuentos y me identificaba con ella... así, algo ingenua, regordeta... y ansiaba una mamá que me fabricara un mundo de mariposas y colores... y palabras... y cosas compartidas...

No puedo más que pensar ¿Dónde quedó, Verónica, nuestra infancia...? Ese cambiarnos cien veces de ropa, mirarnos al espejo, sonreírnos frente al chico que nos dice "gorda papa", sabiendo que en el fondo le interesamos... ¿Dónde quedó aquel tiempo donde el amor era sólo los sueños que teníamos sobre el amor...? ¿Dónde se va la vida, con nuestros treinta y nueve años, si se nos duerme el cuerpo para siempre?

No puedo más que sentir todo el dolor de Poldy... porque, una vez más, el destino le arrebató de un manotazo un ser querido... Y otra vez el vacío... y la tristeza... la lágrima y la pérdida.

No... Verónica no está muerta, Poldy... Verónica jamás va a morir... porque continuará viviendo en todas las Verónicas que vivimos su mundo, que nos hamacamos en tus palabras, que hacemos un altar de sueños donde el tiempo se eterniza, entre los seis y los doce años, y allí nos quedamos a inventar una nueva vida. A ser chicos por siempre y para siempre. Así, con las mejillas encendidas, con los ojos redondos de asombro, con mariposas revoloteándonos en el pecho... y un mañana que nunca llegará.


Roxana Laura Ronquillo

lunes, 20 de octubre de 2008

Vivir la soledad como una sombra


Alguna vez, estuve muy mal acompañada... Tanto, que estaba muy sola. Por eso escribí este poema.

Conozco muchas personas a las que le pasa lo mismo.

Se resignan a las soledades acompañadas, porque en apariencias, no lo son.

Otras personas, le temen tanto a la soledad, que se sienten en un hueco y viven buscando compañías, buenas o malas, ciertas o inciertas, ilusiones de lo que desean, espejismos para continuar adelante...

Nunca estás solo, aunque te sientas solo... No lo olvides... Allá, en algún rincón de este mundo, o de cualquier otro mundo, hay alguien que es el complemento justo para vos...


Mi soledad es cielo.
Tu soledad es agua.

Mi soledad es lago.
Tu soledad, montaña.

Mi soledad es lluvia.
Tu soledad, escarcha.

Mi soledad es dulce.
Tu soledad, amarga.

Tu soledad es noche.
Mi soledad, mañana.

Tu soledad es grito.
Mi soledad, palabras.

Tu soledad es muda.
Mi soledad no calla.

Mi soledad, encuentro.
Tu soledad, distancia.

Mi soledad, sosiego.
Tu soledad, batalla.

Tu soledad…
La mía…
Sólo algunos compases del reloj de la nada…


Roxana Laura Ronquillo

sábado, 27 de septiembre de 2008

CALLEJÓN SIN SALIDA


Este poema es fuerte. Doloroso. Pero a veces, la realidad es así. Y a uno no le queda más remedio que aceptarla, sobreponerse y continuar viviendo.


En memoria de Fabián...

Para prevenir a todos los que estén a punto de caer.

Para acompañar a todos los que lo necesiten.

Para que no necesitemos nunca más escribir cosas así.


CALLEJÓN SIN SALIDA

Un semipiso al sur de la miseria,
entre nubes de paco, una esperanza.
Callejón sin salida,
una moneda,
a cara o cruz
el futuro o la nada.

Susurros de la noche en sus oídos.
Migajas de dinero, alguna transa.
Manos en los bolsillos,
los puños apretados
y en el silencio cruel, alguna lágrima.

Un ramillete de hijos perdiéndose en la niebla,
mil amores vacíos, buscando una caricia para el alma.
Un recuerdo borroso,
dos disparos,
humo negro de paco
y una lápida.

jueves, 18 de septiembre de 2008

LA PRINCESA Y EL DRAGÓN


















Amiga: brindemos por tu libertad con una copa
del más fino champagne virtual y un sándwich de mortadela.
Te quiero mucho

LA PRINCESA Y EL DRAGÓN
(A la sombra del Dragón)

Desde lo alto de la torre oscura,
tras los fríos cristales de su encierro,
la princesa se asoma.

Enormes ojos negros
encendidos de sueños…
(demasiado brillantes
para mirar un mundo
que ha perdido su brillo
entre las rutinarias paredes del infierno).

El dragón la vigila,
custodiando sus pasos,
y el silencio es un juego de miradas.
Donde antes se encendían
las luces de la aurora,
hoy ya no queda
nada más que nada.

Tal vez, en un principio,
(¡hace ya tanto tiempo!)
aquel dragón la amaba…
(como aman los dragones,
a su extraña manera…
difícil, retorcida,
egoísta, parcial o limitada)

Tal vez se miró un día
en la princesa
y en lugar de un reflejo
luminoso de vida
vio sus propias miserias oxidadas…
Y envidió a la princesa,
Su mundo de colores
rebosante de magia
(pese a todo).

Desde lo alto de la torre oscura
reinventando retazos de proyectos
en noches solitarias,
la princesa se asoma.
Se reinventa a sí misma
y se encienden sus ojos
de sueños a futuro,
de auroras luminosas,
y de mundos demasiado brillantes…
(como ella)

ROXANA LAURA RONQUILLO

martes, 9 de septiembre de 2008

De "EL LIBRO DE LAS SOMBRAS"



Prólogo

Cuando la sombra apareció en mi vida por primera vez, ni siquiera lo noté. Percibí un movimiento, algo así como una brisa extraña que opacaba el aire, pero supuse que era mi imaginación… o una ilusión óptica.
No sé si será un don, o una carga, pero desde esta primera vez que pude verla, descubro las sombras que acechan a quienes me rodean…
Casi todos nos negamos a mirarlas de frente. Buscamos evitarlas, creyendo, ingenuamente, que cerrando los ojos desaparece el mundo, al menos por un rato.
Algunos llevan sus sombras por largo tiempo, enraizadas a su espalda, a su vida, como viejas mochilas que los inmovilizan y les pesan.
Otros, juegan con ellas. Y terminan por desconocer cuál es su juego, cuál es su verdad.
Yo, simplemente, puedo percibirlas, quizás porque llevo (o llevé) algo de cada una.
En mi vida, aprendí que el peor ciego, es quien se cree libre de sombras, y juzga y condena “al resto”. Desconoce, no puede ver, que “uno” es “el resto”, y “el resto” es “uno”.
A lo largo del tiempo fui recopilando sombras. Porque en el fondo, hay muchas parecidas, y es bueno saber que la nuestra no es la peor, ni la única… Y porque no existe otra forma de ganarle… más que pararse frente a ella… y conocerla.


Esto recién comienza… ¿Tenés alguna “sombra “que quieras “sacar” de tu vida? (Algún dolor, un miedo, la soledad, un secreto, una adicción…): Escribime… Yo la transformo en relato, cuento o poema… Vas a ver que no sos la única persona a la que acecha la misma sombra.
Un gran abrazo.
Roxana
.

martes, 26 de agosto de 2008

PERDER IDENTIDADES


Los locos y vehementes
que elegimos
mostrarnos como somos,
sin precios y sin límites,
sin caretas sociales,
con nuestra esencia al aire...
terminamos, a veces, fragmentados,
limitados al eco de otras voces,
marginados de grupos con realidades propias y comunes,
rotas nuestras ideas,
y el corazón borrado por las lágrimas.

Tal vez sea más sencillo camuflarse,
perder identidades
y mezclarse entre uniformidades conocidas
antes que quedar solos
flotando en el espacio de unos pocos,
que por ser tan pocos en ese espacio inmenso,
jamás se encuentran
y se mueren viviendo...
buscando...
y ahogándose en ese desencuentro.

jueves, 14 de agosto de 2008

LA CONQUISTA


LA CONQUISTA
(o la sombra de lo inalcanzable)


Desde un balcón cualquiera de un altísimo edificio con pretensiones de escalera al cielo, él la contempla fascinado. Ella despliega su andar luminoso abriéndose paso entre la oscuridad inmensa.
La noche se transforma en ritual encendido con un toque de magia y de misterio.
Él es resolutivo, práctico… No concibe distancias imprecisas. Su brillo inalcanzable lo maravilla y a la vez lo lastima. Y pone sus sentidos y su lógica al servicio de la conquista.
El primer paso es alcanzar su lejanía. Fabrica para ello una nave de caricias que lo guiará hasta su suelo. Un traje de muñeco y una máscara extraña mantienen su persona al resguardo de las diferencias, de la inseguridad de lo desconocido. Logra finalmente alcanzarla (¿o sólo es el comienzo…?) y se siente exultante (vaya uno a saber si por tenerla cerca o por haber logrado su objetivo). Fija en ella su bandera para que los demás la sepan de su propiedad… e imagina las mil fotografías que lo mostrarán al mundo como héroe (al único y pequeño mundo que él conoce).
Poco a poco la emoción va dejando paso a la razón. Su ojo enamorado comienza a verla con el ojo crítico y despiadado del lente de la cámara: su luz plateada es sólo el reflejo de un brillo ajeno. Cráteres profundos surcan su piel reseca e inerte. Su lado oscuro lo llena de temores, aunque también él posea su propio lado oscuro. Se desvanece en su mente la imagen de héroe. Se ve absurdo e incómodo con su traje y su máscara. Se desvanecen igualmente el misterio y la magia. No es posible la vida que él conoce entre la sequía áspera de su cuerpo de roca. Sin máscara su proximidad lo agobia, lo asfixia.
Y decide regresar a su balcón cualquiera a continuar observando las vetas de la noche. Él guarda, como toda su especie, algo de la inmensidad de ese cielo infinito… Pero, temeroso de perderse en las profundidades de sí mismo, busca horizontes cada vez más lejanos y resplandecientes: una estrella inaccesible es ahora foco de su mirada. Al igual que la Tierra, la Luna es sólo una conquista más que queda en su pasado.
En ese mismo cielo, que se torna más oscuro y profundo a medida que el tiempo avanza, la Luna continúa con su andar solitario a la espera del conquistador inconquistable.
Hay noches en que la esperanza ilumina más que nunca su faz de espejo.
Otras, un velo opaco la rodea, anunciando sus lágrimas de lluvia.
Y otras, las del recuerdo, se va empequeñeciendo hasta desaparecer, oculta en su tristeza…